Javier Fumero

Pfizer insiste, pero Pfizer cobra

Viales de la vacuna de Pfizer.
Viales de la vacuna contra el Covid-19 en fase de fabricación

Llevo semanas leyendo artículos sobre la necesidad o no de inyectar a la población una tercera dosis de la vacuna contra el Covid-19. De momento, mi conclusión es que todavía no hay datos definitivos que hagan recomendable un nuevo pinchazo a los ya inmunizados.

El lunes, la revista británica ‘The Lancet’ publicó un trabajo de unos investigadores de la agencia americana del medicamento (FDA) y de la Organización Mundial de la Salud (OMS) donde se asegura que todavía no existe “ninguna prueba sólida” que confirme la necesidad de una tercera dosis de vacunas para la población en general. El trabajo recoge ensayos clínicos realizados en diferentes países del mundo.

Los investigadores explican que, atendiendo a esto, es mejor seguir destinando ahora las dosis disponibles a la inmunización de la población no vacunada. Esa debe ser la prioridad en estos momentos porque así se puede lograr el fin de la pandemia y evitar que surjan nuevas variantes del coronavirus.

Sin embargo, el Ministerio de Sanidad de Israel acaba de difundir los resultados del primer estudio sobre personas vacunadas con una inyección de refuerzo. El trabajo de campo es reciente, de este verano, y ha implicado a un millón de pacientes: es bastante extenso. La conclusión es que la tercera dosis de Pfizer-BioNTech provoca unas tasas de contagio con infecciones graves hasta 10 veces menor frente a quienes sólo han recibido dos pinchazos.

El estudio ha sido publicado en la revista norteamericana ‘The New England Journal of Medicine’ y, como es habitual en estos casos, ha sido sometida a una “revisión por pares”, es decir, ha sido analizada por científicos expertos en la materia que han confirmado la seriedad del trabajo realizado.

No obstante, este informe no es concluyente. Contiene datos que varían de la tesis inicial –hasta bajar la tasa de infecciones graves a la mitad de lo dicho en la conclusión principal- si se diferencian los hábitos de comportamiento entre los revacunados y los no revacunados. Por eso los autores del estudio se han curado en salud, alertando de que es preciso esperar a nuevos estudios para determinar más claramente la eficacia de una tercera dosis.

Hasta aquí todo normal, lo habitual cuando se investiga. Se lanzan hipótesis a favor de una tesis y su contraria, que se construyen a partir de investigaciones preliminares. Hasta llegar a un consenso científico, probado.

Pero, dicho esto, se está generando un ruido que no me gusta nada. Desde hace semanas la farmacéutica Pfizer viene desplegando una importante campaña, por tierra, mar y aire, tratando de convencer a los organismos oficiales para que se pronuncien sobre las bondades de la tercera dosis, sobre su necesidad y virtudes.

Lo que sucede es que Pfizer no es neutral en este caso, no es imparcial. Más bien es todo lo contrario: parte implicada. Si las autoridades sanitarias terminan recomendando una tercera dosis para la población mundial los ingresos de la farmacéutica se van a multiplicar. Que quede claro que no soy un negacionista del enriquecimiento empresarial, como parece estar de moda estos días. Me parece bien que cualquier emprendedor obtenga un legítimo beneficio económico de cualquier actividad honrada. En caso contrario, el mundo dejaría de funcionar tal y como ahora lo entendemos.

 

Pero en cuestiones de Salud es obsceno mezclar el interés general con el particular. Por eso Pfizer haría bien en dejar en paz a los científicos y dejarles que investiguen tranquilamente, por mucho trabajo que le cueste a la compañía. En caso contrario, podríamos empezar a pensar que aquí hay gato encerrado.

Más en twitter: @javierfumero

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