Javier Fumero

El presidente emocionante

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.

Lo dije aquí mismo hace unos días: me barrunto que Pedro Sánchez hará coincidir los indultos con una noticia de gran impacto que conmocione el país, por ejemplo, con el anuncio de la retirada de la mascarilla obligatoria en lugares públicos. Y el pasado viernes, Pedro Sánchez aseguró en Barcelona que el próximo sábado 26 de junio decaerá la norma que exige llevar tapabocas por la calle.

De esto cabe deducir que, más pronto que tarde, el consejo de ministros anunciará –¿el próximo martes, por ejemplo?- la medida de gracia para los políticos catalanes que están en prisión tras la condena por los sucesos del 1-O. Así lo creo.

No tengo dotes adivinatorias. Las cosas funcionan de este modo en el país de las maravillas de Sánchez. Todo muy calculadito desde el punto de vista del marketing y el espectáculo. Hasta estragar el paladar: uno acaba harto de gestos y guiños. Sobre todo, cuando falta contenido. Pero esto, insisto, forma parte de una estrategia.

Concretamente, obedece al modo de enfocar la gestión de la cosa pública del principal consejero de Pedro Sánchez. Iván Redondo entiende la política como un estado emocional, puro sentimiento. El jefe de gabinete del presidente del Gobierno no se esconde, lo ha dicho en repetidas ocasiones. Alguna vez he citado unas jornadas de 2018, colgadas en el canal del PSOE en Youtube, donde aparece el propio asesor presidencial diciendo lo siguiente:

-- Lo importantes es llegar a las emociones del votante. Y hay tres fundamentales, con las que se puede jugar en campaña electoral: el miedo, el rechazo y la esperanza o ilusión. “Yo antes me emociono, y luego pienso; primero siento y luego decido”. Nos encontramos en un “cambio de época”. Si antes se decía aquello de “es la economía, estúpido” (Bill Clinton, año 1992), ahora habría que insistir en: “son las emociones, estúpido”.

O sea que al votante propio hay que quitarle los miedos, evitarle cualquier rechazo e ilusionarle. Pero imagino que también funciona al revés. Para evitar que el simpatizante rival siga apoyando al partido oponente será cuestión de meterle miedo, desanimarle, fomentar un rechazo a sus afines, provocar desilusión hacia los suyos.

En esas estamos. “Magnanimidad” y “generosidad”, dos de las palabras más usadas estos días por Moncloa, los ministros y el PSOE para ayudarnos a digerir los indultos, intentan eso: generar emoción, ilusión, expectación, esperanza. Es la hora de ser dadivosos y no egoístas. Apostar por solucionar el conflicto con el diálogo, las buenas palabras, la apertura.

Pero se actúa también al contrario: el rechazo a las medidas de gracia para los presos catalanes se asocia con la tacañería, la bajeza y la mezquindad. Hay que ser muy ruin para no arriesgarse en favor de la paz y la concordia, superar el mal con bien, invertir en actos altruistas donde otros siembran tinieblas.

¿Cómo les suena la música del flautista de Hamelín? Pues les voy a decir una cosa. Ese cuento de los Hermanos Grimm recuerda la leyenda alemana de aquel flautista que acabó con una plaga de ratas del pueblo que da nombre al relato. Exigió su paga y, como intentaron dejarlo sin cobrar, regresó enfadado a la aldea un 26 de junio de 1284 y volvió a tocar su melodía: entonces los 130 niños de la localidad se fueron tras él y nunca más volvieron a aparecer. ¡Un 26 de junio! Cuidado con las mascarillas del flautista de La Moncloa.

 

Más en twitter: @javierfumero

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