Javier Fumero

Enviamos a la Princesa Leonor a Gales

La princesa Leonor en Gales
La princesa Leonor en Gales. Casa de S.M. El Rey

Me ha sorprendido el despliegue fotográfico diseñado por la Casa Real para inmortalizar la marcha de la Princesa Leonor a Gales, donde va a estudiar dos años de Bachillerato Internacional.

Me gusta ese esfuerzo de transparencia, que se tenga en cuenta el deseo que tienen los ciudadanos de conocer qué sucede y cómo vive la heredera al trono. Evita, además, el morbo de unas fotos robadas, la competencia picante por obtener una instantánea de relumbrón. Es inteligente.

¿Ha habido críticas? Ha habido críticas, claro. Siempre las habrá. Cuando se monte un despliegue a lo grande, porque habrá faltado la debida contención. Cuando –como ha sucedido en este caso- los Reyes opten por una despedida sencillísima, semejante a la de cualquier padre de familia que manda a un hijo al extranjero, se dirá que vaya tontería y visión chata. Ni caso.

Ha habido una única excepción, creo. En las imágenes aparecen Felipe, Letizia y Sofía despidiendo a Leonor dentro de la terminal, y me parece que eso está prohibido en estos momentos para cualquier viajero común. Los familiares o amigos que no van a tomar un avión no pueden entrar el aeropuerto por restricciones Covid. Sea de ello lo que fuere, la familia no pasó a la zona de embarque y le tuvo que decir adiós en un pasillo.

Me llamó la atención la pena que demostró en directo la infanta Sofía, su hermana pequeña, de catorce años, con la que parece estar muy unida. Se quedó visiblemente destrozada y tuvo que buscar el consuelo de su padre, de lo afectada que estaba.

Es fácil imaginar lo duro que resultó para todos, también para sus padres. Aquí Felipe juega con ventaja a la hora de encajar mejor la pena por la certeza del bien que puede hacerle a su hija esta estancia en el internado del UWC Atlantic College de Gales. Porque él vivió algo parecido cuando cambió España por Canadá para terminar el bachillerato y ha constatado lo que madura una persona con esa estancia en el extranjero.

Viajar es un enriquecimiento tremendo. Vivir fuera de casa, también. Conocer a personas criadas de forma muy distinta a la de uno favorece la capacidad de empatizar, de comprender, de situarse en el lugar de otros. Abrirse a otras culturas, conocer otros países, amplía la mente y, paradójicamente, ayuda a poner en valor los propios orígenes.

Tener que sacarse las castañas del fuego de forma autónoma, sin tener a tus padres pegados a tu vera solucionándolo todo, ayuda a consolidar una personalidad sólida y madura. Es posible que se sufra un poco. Pero sucede como con ese muelle que sufre para encogerse pero, después, logra el impulso necesario para llegar más lejos del punto desde el que partió.

Quién peor lo puede estar pasando, además de Sofía, es su madre Letizia. No la conozco personalmente, así que juzgo ‘desde fuera’, por las simples apariencias (con el riesgo que eso entraña). Pero, dicho con todos los respetos, Letizia siempre me ha parecido una persona de carácter fuerte y por tanto, bastante controladora y dominante.

 

Si esto es así, la lejanía de su primogénita no la va a llevar muy bien. Es cierto que la cabeza puede tener bastante claro lo conveniente del salto a Gales. Pero, mientras eso sucede, el corazón reclama la mayor cercanía física posible para acompañar, consolar, ayudar, completar, resolver dudas… Es pasión de madre. Me las imagino hablando ahora por teléfono todos los días, comentándose mil y un detalles de esta singular estancia.

Más en twitter: @javierfumero

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