Javier Fumero

Quemados

Una persona con ansiedad.
Una persona con ansiedad.

Traté esta cuestión hace varios meses y vuelvo a hacerlo hoy porque soy optimista. Los asuntos de ‘la cabeza’ están abriéndose paso en el interés de los ciudadanos. La cuestión cada vez se trata de forma más abierta, sin miedos ni complejos, y se alude a ello dándole la verdadera relevancia que tiene.

Tengo dos ejemplos recientes. Ángel Martín es un cómico, guionista y actor, bastante popular. Saltó a la fama por un programa cañero que presentaba en La Sexta titulado ‘Sé lo que hicisteis la última semana’. Estuvo cinco años en antena obteniendo altos índices de audiencia. Encarnaba el papel de un tipo duro, más bien serio, adusto, que hacía gracia precisamente por esa distancia y desapego con el que abordaba las cuestiones: fundamentalmente, darle cera a la competencia encarnada en Telecinco y Paolo Vasile.

Hace un año, volví a saber de él cuando empezó a distribuir cada mañana por las redes sociales lo que él mismo denomina “el Informativo matinal para ahorraros tiempo”. Es una pieza de vídeo de dos minutos y veinte segundos exactos de duración, donde recoge a toda velocidad su particular visión de la actualidad política, económica, cultural, social, deportiva… en tono de humor. Estas piezas han llegado a alcanzar el millón de visualizaciones.

Yo los he dejado de ver, tras unos meses de divertido seguimiento, donde le he visto mejorar su equipo de grabación, cambiar de perro y enganchar a una decena de “corresponsales” que le completan las piezas después con aportaciones sobre lo último sobre el cómic manga, los videojuegos o el voleibol femenino.

Por este medio descubrí hace unos meses que Ángel iba a publicar un libro con Planeta (que ya está agotado en pre-venta, sin haber visto la luz) titulado “Por si las voces vuelven”. Es la narración de cómo, en 2017, el humorista tuvo que ser internado en un centro médico durante quince días tras sufrir un brote psicótico. Ahí es nada.

El segundo ejemplo que quiero citar es el del futbolista Iñigo Martínez, que estos días está en las portadas de la prensa deportiva al haber sido convocado de nuevo para la Selección Española de Fútbol. En una entrevista en el diario El Mundo ha admitido que ha sufrido varios episodios de depresión severa.

Los aficionados, dice el central del Athletic Club de Bilbao, no somos conscientes de la presión que se ejerce sobre un deportista de élite. “Poco a poco, vas llenando el saco hasta que uno dice ‘basta’”. “El fútbol quema mucho hoy en día, explica, y aunque creo que irá cambiando, habrá más casos como el mío que saldrán a la luz”. Termina denunciando que algo parecido está sucediendo no sólo en el deporte sino en la vida cotidiana de las personas.

Estoy muy de acuerdo sobre esta silenciosa pandemia. Por tres detonantes principales:

Uno. Hay una presión real por cumplir con las expectativas creadas, por estar a la altura de lo que uno mismo se ha propuesto, o por llegar a lo que la sociedad parece esperar de ti. Nadie te enseña a gestionar esa exigencia. No hay ningún manual de instrucciones.

 

Dos. Después están esos mantras tóxicos, del estilo: “no hay límites para ti”; “logras tanto cuanto te propones”; “los límites te los pones tú”. No exagero. El otro día escuché al profesor de spinning que impartía la clase virtual a la que yo asistía soltarlo tan feliz desde su bicicleta. Menuda majadería. Claro que tenemos límites. Y tantos. Decir lo contrario, además de ser falso, genera mucha frustración.

Tres. Las redes sociales pueden distorsionar la realidad hasta hacernos creer cosas que no son verdad: que todos triunfan menos nosotros; que todos –menos nosotros- tienen vacaciones fantásticas, casas de ensueño, fines de semana idílicos, vidas confortables sin dolores, ni deudas, ni dudas…. Nada de eso es totalmente cierto, pero hace falta mucha madurez para darse cuenta, tomar distancia y protegerse.

Mientras gestionamos tanta presión, algunas personas se van quedando en la cuneta afectadas por diversos trastornos derivados de esa vida extenuante y opresiva. No pasa nada. Asumamos con naturalidad que algo así puede pasar y mejoremos la atención de todos. Ejemplos como los de Iñigo y Ángel ayudan mucho. Gracias a los dos.

Más en twitter: @javierfumero

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