José Apezarena

Los bien pagados

La estafa de las preferentes articulada desde Caja Madrid, que ha dejado sin los ahorros de toda su vida a decenas de miles de personas y familias, en gran parte gente sencilla, es una de las mayores vergüenzas que se ha vivido en este país. Un engaño masivo.

Un escándalo de esas enormes dimensiones merecería la más rotunda y constante de las condenas de todos los estamentos sociales, pero singularmente desde los partidos y los sindicatos. Y por tanto tendría que provocar intensos ecos en los ámbitos parlamentarios, junto con la máxima exigencia de responsabilidades a todos los niveles.

Nada o casi nada de eso está ocurriendo. En torno a las preferentes de Caja Madrid se observa un clamoroso silencio, precisamente de esos actores, los partidos y los sindicatos.

Quizá podría entenderse que no sea el Partido Popular quien enarbolara la bandera de la exigencia de responsabilidades y castigos. Quizá. Pero lo que no tiene explicación es que desde las filas del socialismo lo que se aprecie sea indiferencia e inhibición, tratándose de un atropello a los sectores sociales más desfavorecidos... y propiciado desde una entidad de ahorro. Existe un ominoso silencio.

¿A qué se debe? ¿Por qué Alfredo Pérez Rubalcaba y la cúpula del PSOE callan, en lugar de aprovechar el escándalo para criticar al actual Gobierno, al gobierno de la Comunidad de Madrid, a los gestores que idearon y aplicaron las preferentes, máximos directivos designados en su día por el PP?

¿Y qué decir de Izquierda Unida, el partido del impoluto Cayo Lara, que igualmente mantiene un increíble mutismo sobre esa estafa? Mutismo y pasividad absoluta. No decir nada, no hacer nada.

Porque en el consejo de Caja Madrid donde se dio por buena la operación de las preferentes aparecían notables socialistas y conocidos prebostes de IU. Por eso callan. Y lo mismo ocurre con dirigentes de UGT y de Comisiones Obreras, que se sentaban en la mesa de las decisiones... y cobraban por ello buenas cantidades.

Políticos y sindicalistas bien pagados. Muy bien pagados. Y por eso amordazados, ellos y sus organizaciones.

Vergüenza producen esos silencios cómplices.

 


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