José Apezarena

Un buen ‘pifostio’ en la Academia

Santiago Muñoz Machado.
Santiago Muñoz Machado, director de la Real Academia Española

Cuando la Real Academia aprobó la palabra jeriñac para definir el coñac español (el brandy de Jerez), mi confianza en tan docta institución ya se hallaba en entredicho.

No es la primera vez, y creo que no será la última, que me pronuncio críticamente sobre decisiones de la RAE. Hace unos años, por ejemplo, publiqué en estas páginas un blog titulado La Real Academia se tira de la ‘amoto’.

Les remito a aquella ocasión, cuando, por ejemplo, mostré mi disconformidad con la eliminación de la tilde en el pronombre 'este' y en el adverbio 'solo'. Opinión que sigo manteniendo ahora.

Y volví a criticar que, en su día, hubiera admitido expresiones tan discutibles como bluyín, un anglicismo insoportable, sustituible pacíficamente por 'vaqueros'. Lo mismo con cruasán, descambiar. ¿A qué vino aceptar suvenir, si existe 'recuerdo', y lo mismo con güisqui y jipi.

En aquellos momentos, se admitieron incorrecciones, como asín, almóndiga, toballa y hasta murciégalo.

Dije entonces que guardo enormes dudas de que expresiones de moda, muy extendidas, pero claramente coyunturales, y que destrozan el alma del castellano, vayan a prevalecer. Y que me parece que los señores académicos se preocupan demasiado de complacer a la opinión pública y de parecer modernos.

Ahora, hemos vuelto a asistir a una nueva entrega, de casi cuatro mil nuevos términos admitidos en la actualización digital del Diccionario de la Lengua Española.

Acerca de tales novedades, admito que la normalización de la cibernética da origen a nuevas palabras que es lógico admitir, como ciberacoso y ciberdelincuencia, al igual que novedades como criptomoneda y bitcóin, pero ¿bot? (programa que imita el comportamiento humano), y ¿webinario? (presentación de carácter formativo que se transmite vía Internet en la que los participantes pueden hacer comentarios). ¿Y cortapega?

No estoy de acuerdo con chuche, y menos aún con vapear (¿cuánto tiempo va a mantenerse tal práctica?).

 

La académica Paz Battaner, directora de la edición, que casi no logró pronunciar geolocalización, dijo que “son el reflejo de la sociedad actual”. No estoy tan seguro.

Sobre obispa, afirmó que responde “a las órdenes religiosas y confesiones que ya las admiten”. Me pregunto: ¿Cuántas obispas conoce en España la señora Battaner. ¿Y sobre poliamor (relación erótica estable entre varias personas con el consentimiento de todas)?

Estoy bastante conforme con novedades gastronómicas, como sanjacobo y cachopo, lo mismo que con rebujito y hasta tinto de verano, pero ¿paparajote?, dulce murciano a base de la hoja de limonero. Tal parece que en la Academia existe un lobby murciano. ¿Y crudité?, referido a la manera francesa de presentar legumbres sin cocinar.

Rayerse, vale; empanado, quizá; pero ¿disfrutón? (que tiene gran capacidad y sentido del disfrute).

¿Qué es eso de la nueva normalidad? Y ¿a qué viene gentrificación (desplazamiento de una población urbana por otra de mayor poder adquisitivo)?

¿De verdad hace falta cubreboca, cuando existe mascarilla¿ ¿Y qué me dicen de los nuevos verbos complejizar (hacer más complejo algo) y ludificar (transformar algo en un juego o fomentar sus aspectos lúdicos). ¿Y de dónde se han sacado valemadrismo (actitud de indiferencia, desinterés o pasividad, que viene de la expresión valer madre).

En fin, que, una vez más, la Academia ha provocado un buen pifostio (situación de confusión o desorden, a menudo a causa de alguna reclamación o disputa) con algunas de sus ocurrencias. Así lo veo yo, al menos.

El director, Santiago Muñoz Machado, destacó que “la Academia intenta no precipitarse. Dejamos dormir las palabras un rato a la puerta, porque a veces se ponen de moda y desaparecen tan rápido como llegaron. En los plenos y comisiones siempre hay alguien que dice que esperemos”.

Desde mi punto de vista, en bastantes casos la espera resulta demasiado corta. No pocas de las cuatro mil voces admitidas desaparecerán relativamente pronto. Y, mientras, la solvencia de la Academia vuelve a quedar en discusión. Al menos, insisto, desde mi punto de vista. Que no es de ahora y que no tiene por qué el más acertado. Pero es como lo veo.

En fin, que, parafraseando su famoso lema, pienso que fijar sí fija; pero no limpia, porque emborrona. Y, desde luego, no da esplendor.

editor@elconfidencialdigital.com

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