José Apezarena

Cataluña da pena

Terminal T1 del Aeropuerto Barcelona-El Prat.
Terminal T1 del Aeropuerto Barcelona-El Prat.

Hace tiempo que no hablo de Cataluña, y ahora lo hago porque me entristece constatar una vez más la deriva auto destructiva en la que ha entrado esa comunidad autónoma, parte destacada de un país llamado España al que tanto ha aportado durante siglos.

La actual cuesta abajo tiene que ver con la confluencia de dos fuerzas demoledoras: el independentismo y el izquierdismo descabezado y extremo. Una suma letal.

Me mueve a referirme ahora a Cataluña el episodio lamentable, incluso ridículo, de la ampliación del Aeropuerto de El Prat, un ambicioso proyecto que ha quedado empantanado por el caos político allí reinante.

La ampliación de El Prat, con la construcción de una tercera pista, que significaba un inversión de 1.700 millones, ha sido paralizada por el Gobierno tras comprobar la oposición a esa obra pública en la propia Generalitat, concretada, por ejemplo, en la opción de que algunos consejeros acudan el día 19 a la manifestación contra la ampliación aeroportuaria.

Cualquier ciudad medianamente sensata, y cualquier comunidad autónoma, habría apoyado un proyecto semejante, generador de riqueza porque daría mayor operatividad al aeropuerto, lo que redundaría en ventajas para el mundo de los negocios, para la celebración de ferias y eventos internacionales, para la llegada de turistas… Pues no.

Pena de Cataluña. Y grima produce escuchar a la alcaldesa Colau celebrar la anulación de la ampliación de El Prat: “Hoy estamos contentas porque el sentido común se impone”, declaró, precisamente al lado de la vicepresidenta podemita Yolanda Díaz, y del alcalde del Prat de Llobregat. Lo que se impone es la locura.

Una alcaldesa, por cierto, que ha convertido Barcelona en una ciudad antipática, cerrada, enemiga del turismo, y además insegura. Un récord. Pero, como dice un amigo mío, si le votan…

Durante años, en el pasado, en Cataluña existía un oculto deseo de batir al aeropuerto de Madrid-Barajas, número uno de España a pesar de que no es la comunidad más turística. En 2019 tuvo 61,7 millones de pasajeros, mientras que El Prat alcanzó 52,7 millones.

La ampliación de El Prat era una oportunidad de ganar esa batalla, pero los actuales responsables políticos catalanes han decidido echarla por tierra.

 

En 2016, hace cinco años, cuando todavía no se había producido la fuga de empresas por el estallido independentista de 2017, Madrid superó ya a Cataluña en producto interior bruto. La ventaja se ha ido consolidando desde entonces a favor de la primera comunidad, que ha sustituido a la segunda como motor principal de la economía española.

En los restantes datos macroeconómicos, Madrid supera a Cataluña en todo: tiene menos déficit, menos deuda, menos desempleo y menos inflación. Es la comunidad que más crece: en el primer cuatrimestre de 2021, se crearon más empresas en Madrid que en ninguna otra comunidad.

Ensimismada en sí misma, con políticos incapaces, suicidas y hasta antipatriotas, Cataluña cierra los ojos para no ver un presente cada día más oscuro, y un futuro lleno de incertidumbres y retos. Uno de ellos, por cierto, la elevada presión migratoria.

Ya lo dijo en su día Heribert Barrera, ex presidente del Parlamento de Catalunya y ex secretario general de Esquerra Republicana, cuando advirtió que una de las amenazas era la inmigración. Afirmó que la afluencia masiva de inmigrantes hacía peligrar la supervivencia de Cataluña. Nada menos.

Y hasta el Barça ronda la bancarrota.

Por lo dicho, y por tantas otras cosas, Cataluña da pena.

editor@elconfidencialdigital.com

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