José Apezarena

Cómo es la España de Leonor

Leonor saluda a los vecinos de Arroes, Pueblo Ejemplar 2023

Leonor jurará la Constitución el 31 de octubre, 37 años después de que lo hiciera, en el mismo sitio y con idéntico protocolo, su padre, Felipe de Borbón, entonces príncipe de Asturias.

Me han preguntado si existen diferencias relevantes entre el año 1986 y 2023. Si el país actual, la España de Leonor, es muy diversa de aquella. Y, también, si la circunstancia que atraviesa hoy la monarquía plantea parecidos con la de entonces.

Pienso que las distancias son numerosas y claras.

Por lo que hace el país, la jura de Felipe de Borbón se celebró sólo cinco años después del intento de golpe de Estado del 23-F, cuyo recuerdo era aún demasiado próximo. El país seguía estando un poco agarrotado Una eventualidad semejante resulta del todo impensable ahora.

Es cierto que la monarquía ha recibido durante años altos niveles de consenso y apoyo, basados en su papel protagonista para alcanzar la democracia plena, y también en la decisiva actuación que desmontó la intentona golpista de Tejero, Milans y Armada.

Hoy, sin embargo, el recuerdo de la transición casi no existe, y tampoco la memoria de aquel golpe de Estado del 23-F, circunstancias casi desconocidas para gran parte de la población, sobre todo los más jóvenes.

Por tanto, el crédito, o el respaldo, a la institución no puede basarse, como en el pasado, en esos dos ‘méritos’. Ahora, su principal desafío se centra en mostrarse ejemplares en todo y demostrar que es útil al país.

Volviendo a 1986, la monarquía recibía entonces un especial respeto, o cuidado. Hasta se ha hablado de la existencia de un ‘pacto de silencio’, por ejemplo, por parte de los medios de comunicación, para ocultar lo que realmente ocurría en la Familia Real o con sus integrantes.

Siempre he sostenido, porque tengo ese convencimiento, que el ‘pacto de silencio’ nunca fue una realidad. Los medios, los periodistas, no se pusieron de acuerdo en minimizar, y aun esconder, las debilidades de la monarquía y de su titular, el rey Juan Carlos.

 

Ocurría que España era todavía una democracia joven, con solamente  siete años desde las primeras elecciones libres, las de 1979. Y la Corona constituía, junto con otras instituciones, una pieza clave para la estabilidad y pervivencia del proceso iniciado con la transición política.

Han pasado los años, hoy la democracia se siente madura y fuerte, y cree que puede permitirse prescindir, al menos en parte, de algunos de los resortes del pasado. Por eso, aquella posición privilegiada y protegida de la monarquía se encuentra muy mermada en estos tiempos.

Es muy evidente que hoy existe una libertad absoluta a la hora de informar de la monarquía y de sus miembros, como bien se ha comprobado a propósito de los escándalos económicos de don Juan Carlos.

Igualmente, hace 37 años la monarquía estaba casi recién estrenada, y por ello se comportaba más encorsetada, más protocolaria. Ahora asistimos a una monarquía suelta, cercana, a veces hasta populista, como se pone de manifiesto en la apertura en celebraciones y actos que protagoniza. Un ejemplo es la cada vez más variada composición de los invitados a recepciones como la celebrada el día de la Fiesta Nacional.

Solo a título de curiosidad, y como detalle, el protocolo de la Casa del Rey no exige ya, a quienes saludan a los miembros de la familia real, la inclinación de cabeza en los caballeros o la genuflexión por parte de las damas. Basta con estrechar la mano, sin más.

Otra diferencia. Cuando Felipe juró la Constitución, los partidos políticos, que habían protagonizado la transición a la democracia y habían pagado algunos peajes por ello, seguían cerrando filas en la custodia de la libertad conseguida. Y consideraban que la monarquía constituía una pieza clave del sistema, además de otro seguro más.

Hoy, las formaciones políticas ven menos necesaria esa protección. Y, sobre todo, se ha producido una profunda novedad: un partido republicano, más aún, beligerante contra la monarquía, forma parte del Gobierno de la nación. La última asamblea de Podemos aprobó como objetivo prioritario acabar con la monarquía.

Eso es algo que nunca había ocurrido, y que sí constituye una diferencia sustancial entre el pasado y el hoy.

De todo ello, por cierto, son bien conscientes los miembros de la familia real, que procuran obrar en consecuencia. Por ejemplo, conteniendo todo lo posible el modo de celebrar acontecimientos tan destacados como la proclamación de Felipe VI como rey, y ahora la jura de la Constitución por la princesa Leonor.

Diferencias, haberlas, haylas.

editor@elconfidencialdigital.es

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