José Apezarena

Derecha dividida, derecha derrotada

Antonio Costa, tras ganar las elecciones en Portugal con mayoría absoluta

Portugal dio la sorpresa el 31 de enero, en las elecciones celebradas ese domingo.

Las encuestas pronosticaban un resultado incierto, incluso la posibilidad de un empate entre derecha e izquierda, y sin embargo las urnas dieron una destacada victoria al primer ministro, el socialista Antonio Costa, que ha conseguido mayoría absoluta.

La tentación, en la que muchos han caído, es trasladar miméticamente a España lo ocurrido en el país vecino, y concluir que Pedro Sánchez saldrá ganador en los comicios de 2023, a pesar de que ahora las encuestas siguen pronosticando una mayoría suficiente de PP más Vox.

No parece que sea un análisis solvente. Primero, porque las correlaciones de fuerzas en aquel país poco tienen que ver con nuestra circunstancia. Entre otras cosas, allí no existen partidos independentistas, y menos aún sosteniendo al Ejecutivo. Pero más aún por la figura singular de Antonio Costa, un personaje que, por perfil y actitudes, poco tiene que ver con su homólogo Pedro Sánchez.

Los analistas se dedican ahora a sacar conclusiones de lo ocurrido en Portugal. Es la segunda mayoría absoluta que alcanza la izquierda, protagonizadas ambas por el Partido Socialista. Y, por si hiciera falta diferenciarse con lo que hoy ocurre en España, el PS nunca ha formado un gobierno de coalición con la extrema izquierda y nunca le ha invitado a sumarse a sus gobiernos en minoría.

Otro punto de reflexión se centra en ver qué puede aprender la derecha española de la derrota sufrida por su homólogos portugueses.

Según el análisis de Ángel Rivero, profesor de Ciencia Política en la Universidad Autónoma, para FAES, antes de que se abrieran las urnas, muchos en España apuntaron que la remontada que las encuestas daban al PSD, el principal partido del centro derecha, avalaban su oposición amable con el gobierno y que el electorado lo premiaba.

Sin embargo, la oposición amable ha sido castigada sin misericordia. Otro tanto puede decirse, agravado, del CDS-PP, el otro gran partido de la derecha que, tras haber sido desde 1974 el defensor de la democracia frente a la amenaza del totalitarismo de izquierda, ha naufragado hasta la desaparición queriendo ser el partido sensato, moderado, socialcristiano de siempre.

Los portugueses -dice Ángel Rivero- han castigado la moderación en la derecha, y han transferido una parte significativa del voto de centro derecha a partidos populistas como Chega!.

 

Chega! de André Ventura es un partido personalista y populista, que busca movilizar los peores instintos y el temor social, y donde ha encontrado refugio el malestar portugués. Eso explica que haya pasado, de la nada, un diputado, a ser, con doce, la tercera fuerza en la Asamblea. Una parte de la sangría en el voto de centro derecha portugués ha acabado ahí.

Pero, si la fragmentación de la derecha y su resultado de inanidad es algo que puede aprender la derecha española, el recado es -según Rivero- sobre todo para la izquierda.

El PS gobernó en minoría a partir de 2015, con Antonio Costa buscando acuerdos de legislatura con los partidos de la extrema izquierda, pero nunca les invitó a formar parte del Gobierno. En 2019 se quedó a diez escaños de la mayoría, y prescindió de tan incómodos compañeros de viaje. En 2021, la extrema izquierda se sumó a la derecha para rechazar los presupuestos de 2022, y eso llevó a la convocatoria de elecciones.

Dice Rivero que el resultado ha sido devastador para la extrema izquierda. Ese voto se ha agrupado en el PS, apostando por la estabilidad política frente al aventurerismo de la extrema izquierda y ante la amenaza de los partidos chillones como Chega!

¿Qué se puede aprender?, pregunta. Que la derecha fragmentada en partidos no suma, sino que resta. Y que los partidos del enfado consiguen mucha audiencia y pasan de lo testimonial a tener una representación respetable, pero son perfectamente inútiles a efectos prácticos porque favorecen aquello que en teoría no desean, el gobierno de la izquierda. El extremismo de derechas no solo debilita a la derecha mediante la fragmentación y la dispersión del voto, sino que moviliza a la contra a la izquierda que se agrupa como mecanismo de protección en una reacción negativa.

Una derecha dividida en la que solo se escucha al que más grita es la vía más segura para un gobierno sólido de la izquierda, cohesionado y libre de ataduras con los extremistas.

Si la derecha quiere ser fuerza de gobierno, concluye Rivero, habrá de cohesionarse y confrontar con sus propios extremismos. Solo así revertirá una fragmentación que la debilita internamente y que actúa como elemento de movilización en la izquierda.

Es, por supuesto, un análisis más. Pero con bastantes fundamentos.

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