José Apezarena

¿Niños? ¡No, por favor!

Agresiones sexuales en colegios.
Niños en una guardería

“Cuando los dioses quieren perder a los hombres, los vuelven ciegos”. Esta frase, atribuida a Plutarco por unos y a Homero por otros, tiene otra paralela, esta de Eurípides: “Aquel a quien los dioses quieren destruir, primero lo vuelven loco”.

Ciegos. Locos.

Así nos hemos vuelto los humanos a propósito de nuestro futuro, porque nos estamos suicidando como colectivo al limitar los nacimientos. En España y en el mundo.

España acaba de registrar su mínimo histórico de nacimientos. Nunca había habido menos que en 2023 desde el comienzo de la serie, en 1941. Nacieron 322.075 niños, 6.629 menos que en 2022, lo que supone una reducción del 2%; y en los últimos diez años han caído un 24,1%. 2014 fue la última vez que aumentaron, y desde entonces han descendido año tras año.

Al mismo tiempo, los nacimientos de madres de 40 años o más aumentan un 19,3%, mientras que los de las madres menores de 25 caen un 26%. Somos el país de la UE con mayor proporción de nacimientos de madres que han cumplido 40 años: un 10,7% en 2021 frente al 5% de la media europea, según Funcas. El mayor porcentaje se registró en Galicia, seguida de Asturias, Madrid y Cantabria.

En 1981, la edad media para ser madre estaba en 28,2 años, en 1996 superó el umbral de los 30, y en 2021 alcanzó los 32,6, la segunda edad más alta de maternidad en toda la Unión Europea, sólo por detrás de Irlanda.

Y, a propósito de niños, resulta que lo que antes eran noticias anecdóticas sobre prohibición del acceso a niños se está extendiendo y, de ser un reclamo exclusivo de hoteles, ha pasado a restaurantes, cines, aerolíneas e incluso museos y bibliotecas.

Hablaba de ciegos y locos. Ceguera y locura es el antinatalismo de quienes promueven el dejar de tener bebés, para construir -dicen- un mundo más sostenible. Se suma el dato de que la sociedad es cada vez menos tolerante con los más vulnerables, entre ellos por supuesto, los niños.

Así que en España hemos pasado, de ser una sociedad en la que lo normal era ver niños jugando en la calle, en la que conocían y se relacionaban con sus vecinos, a una sociedad encerrada e individual. Los “ruidos que hacen” (sean risas o lloros) molestan.

 

Hemos caído en la niñofobia: el rechazo a los niños por el simple hecho de serlo. Así, una línea aérea ofrece a cada pasajero una bolsa de caramelos como "disculpas anticipadas" por el comportamiento que pueda tener un bebé.

Si la oferta aumenta es porque la demanda lo hace de forma más rápida. Los sitios “Adults only” (con ese cartel en la entrada) están triunfando, principalmente en ciudades con alta afluencia de turistas. En España, el 5% de los hoteles son ya “sólo para adultos”.

En todo el mundo, las “No kids zones” van a más en cafés y restaurantes. Según una crónica de Philippe Mesmer, enviado especial de Le Monde, en Corea del Sur, un país con mínimos históricos de natalidad, donde la tasa de fecundidad es de 0,72 niños por mujer (en España es del 1,23) están registradas 542 “zonas no niños”.

Una encuesta del ministerio de salud coreano publicada en diciembre de 2023 muestra que el 68% de los dueños de cafés y restaurantes justifican el rechazo en el “exceso de responsabilidad” que asumen en casos de accidentes de niños en sus establecimientos.

Algunas fórmulas para excluirlos consisten en aducir falta de un menú apropiado para niños (porque tiene muchas especias, por ejemplo), falta de sitio, y temor a que molesten a otros clientes.

Por el contrario, algunos ayuntamientos, entre ellos el de Seúl, han reaccionado lanzando un programa “Kids OK zone”, suscrito ya por 578 establecimientos, que por ello han recibido una ayuda de 210 euros. En 2017, la comisión nacional de derechos humanos declaró discriminatorias las zonas sin niños.

Volviendo a España, la Constitución dice que los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social.

la Ley Orgánica 1/1996, de 15 de enero, de Protección Jurídica del Menor, establece que “los menores tienen derecho a participar plenamente en la vida social, cultural, artística y recreativa de su entorno, así como a una incorporación progresiva a la ciudadanía activa”.

Pues eso.

A propósito. Recomiendo la lectura del libro “La extinción de los hijos”, escrito por Ignacio García de Leaniz Caprile y publicado en Ediciones Cristiandad. Constata que cada vez más gente renuncia a tener hijos, no solo uno o dos, sino ninguno, y eso está alterando la estructura misma de la vida humana, empobreciendo riquezas milenarias de la realidad social. Extinguiendo también la figura de los hermanos y los abuelos. Libro interesante y claro.

editor@elconfidencialdigital.es

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