Por qué Vox ha sacado toda la artillería
Vox ha dado a conocer su programa de cara a las elecciones del 23 de julio, en un documento de cien propuestas que ofrece, sin anestesia, el total de sus medidas. Digo sin anestesia, porque están formuladas con claridad meridiana y sin esconder nada.
Así, Vox propone una serie de decisiones “anti Europa”, que, en la práctica, colocarían a España fuera de la Unión, como es suspender el espacio Schengen, y la “soberanía nacional” en la aplicación de las sentencias de nuestros tribunales en determinadas materias, en las que no se admitiría la intervención de organismos europeos.
Dentro de las cien medidas aparecen previsiones contra los inmigrantes (eliminación del acceso a la sanidad para los ilegales y copago para los residentes legales con menos de diez años de permanencia), el cheque escolar, el PIN Parental, derogación de la ley de violencia de género y de toda norma que discrimine a un sexo de otro, protección a las familias numerosas, leyes antiokupacion, fin de subvenciones públicas a partidos, sindicatos y patronales, etc., etc.
Contiene, además, medidas poco aconsejables desde el punto de vista económico, como es la imposición de aranceles a los productos agrícolas provenientes de Marruecos, puesto que el 16% de las compras de ese país son a España y somos el principal socio comercial desde hace décadas.
Vox propone suprimir el Estado autonómico, transformándolo en un Estado de Derecho, con un solo gobierno y un solo parlamento para toda España, y aplicando la inmediata devolución de las competencias de Educación, Sanidad, Seguridad y Justicia, junto con la supresión del Concierto Económico Vasco y el Convenio Navarro y la desaparición de las policías autonómicas. Y tarjeta sanitaria única, calendario de vacunación único, gestión integral de las listas de espera y cartera de servicios única en todo el territorio nacional.
No pocas de las propuestas contradicen el actual sistema y exigirían una reforma constitucional hoy bastante improbable. Como la supresión del Tribunal Constitucional, o que los miembros del Tribunal Supremo y Consejo del Poder Judicial sean elegidos por concurso de méritos de entre la comunidad de la Justicia.
Por un lado, es de agradecer una presentación tan directa, y la franqueza con que se formula el programa, sin paños calientes, puesto que quedan claros sus objetivos. O sea, ha dicho lo que aplicaría en España si un día llega a gobernar.
Pero, por otro, la claridad, el no haberse protegido, el no haber guardado nada, podría provocar un efecto contrario, es decir, suscitar un rechazo más frontal.
En efecto, Vox podría haber redactado un documento más “moderado”, por así decirlo, pero no lo ha hecho. Ha puesto sobre la mesa la globalidad de sus objetivos.
¿Por qué el partido de Abascal ha optado por presentarse “con todo”?
Desde mi punto de vista, Vox se enfrenta a un grave riesgo: el mecanismo del voto útil. Si, para echar del poder a Pedro Sánchez; si, para acabar con el sanchismo, es precisa una victoria clara del Partido Popular, no pocos de los simpatizantes y algunos de los votantes podrían concluir que, a día de hoy, por esta vez, habría que votar al PP de forma cerrada.
En tal tesitura, Vox quizá ha llegado a la conclusión de que, para que no exista confusión entre los dos partidos, para obligar a posicionarse sin tibiezas, convenía mostrar a las claras lo que es y pretende Vox.
Pero, además de todo esto, el partido de Abascal necesita moverse con cuidado en estas fechas tan cercanas a las elecciones generales, en asuntos que pueden desconcertar a su clientela. Como por ejemplo, haber votado en Cantabria con los socialistas, contra de la candidata del PP. Eso puede despistar al personal.
Lo mismo ocurre con la peripecia murciana, donde la negativa de Vox a permitir el día 10 la investidura del popular López Miras puede abocar a una repetición electoral. Si se convocaran nuevas elecciones, ¿cómo podrían explicarlo a sus seguidores?
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