José Apezarena

Yo no me quiero jubilar

El ministro de Seguridad Social y Migraciones, José Luis Escrivá.
El ministro de Seguridad Social y Migraciones, José Luis Escrivá

Tengo al lado algún amigo que anda suspirando por que le llegue el momento de la jubilación. Y eso que todavía se halla en la cincuentena. Avanzada, claro. A título de broma, a veces le tomo el pelo diciendo que, con tantas prolongaciones de la vida laboral como vienen aprobándose, a él le tocará cuando cumpla ochenta años.

La jubilación me parece un derecho elemental. La opción de poner término a una vida laboral larga e intensa, abriendo paso a un tiempo de tranquilidad, atendiendo también a las diferentes condiciones físicas provocadas por la edad, lo considero un requisito básico de la persona humana.

Ahora, sin embargo, el ministro de Seguridad Social, José Luis Escrivá, se ha propuesto evitar que los empleados se retiren antes de la edad fijada. Las llamadas prejubilaciones.

Argumenta que en España existe una “cultura para dejar la vida laboral relativamente pronto, en comparación a lo que ocurre en el resto de países de la Unión Europea”. Afirmación que, por lo visto, no coincide con los datos de la OCDE, según la cual países como Francia, Austria o Italia tienen una edad efectiva de jubilación más temprana que España.

Propone el ministro incrementar la penalización a quienes pidan jubilarse dos años antes de la edad legal, aplicando un 21% de coeficiente reductor directamente sobre la pensión y no, como hasta ahora, sobre la base reguladora.

Actualmente, a los contribuyentes que se jubilan antes de los 66 años, se les aplica un coeficiente reductor de entre 2% y 16% en función de los años cotizados.

La idea del ministerio consiste en que la penalización de hasta un 21% se realice sobre la pensión que recibe el autónomo o el asalariado, y no sobre su base reguladora, que se calcula a partir de los años cotizados. Es decir, se aplicaría hasta un 21% sobre la pensión efectiva que debería cobrar quien desee prejubilarse dos años antes de la edad legal.

Además, José Luis Escrivá ha anunciado su proyecto de estimular la continuación de la vida laboral, ofreciendo, por ejemplo, un cheque de hasta 12.000 euros por cada año que aplacen su jubilación.

El objetivo de esta medida es lograr que los españoles se retiren cada vez más tarde… de forma voluntaria.

 

Las iniciativas del ministro han caído como una bomba entre las organizaciones sociales, hasta el punto de haber roto la paz que existía en el Pacto de Toledo, por la oposición frontal de los sindicatos, pero también por la resistencia de todos los partidos, incluido el socio de gobierno, Podemos.

Lo que está detrás, evidentemente, es la sostenibilidad del sistema público de pensiones. La Seguridad Social acumula déficits año tras año, desde 2012, y su deuda supera ya los 85.000 millones. "Una empresa estaría quebrada", afirmó gráficamente Escrivá en el Congreso. O sea, que la situación no es sostenible.

Desconozco cuál será la decisión final, pero en principio me parece una buena idea la propuesta del cheque de 12.000 euros por cada año de retraso. Es algo que, de facto, corta la irremediabilidad de la jubilación, y hace posible que, quien lo desee, se mantenga en activo el tiempo que considere conveniente y mientras se vea con capacidad.

A la hora de poner fin a la vida laboral, me parece lógico que se tengan en cuenta las nuevas circunstancias. Por ejemplo, que, en general, se llega a las edades afectadas en condiciones bastante aceptables. También, que el esfuerzo físico que requieren gran número de puestos de trabajo es compatible con una menor disposición física. Y, por supuesto, el alargamiento de la esperanza de vida de los españoles, a muchos de los cuales les esperan casi treinta años como jubilados.

Queda claro que considero que la jubilación a una edad fija e inamovible no tendría por qué ser “obligatoria” necesariamente. Es decir, que, cuando llegue el momento, no exista otra alternativa que cesar la actividad.

Soy partidario de articular soluciones para que, aquellos que se encuentren con fuerzas suficientes, y con ganas, puedan continuar en activo. Quizá con alguna reducción. Seguramente la sociedad se beneficiará de expertos y de talentos que todavía tienen mucho que rendir, y que desean hacerlo.

Opino, en fin, que hay que atender también a quienes proclamen: Yo no me quiero jubilar todavía.

editor@elconfidencialdigital.com

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