José Apezarena

Réquiem por Podemos

Yolanda Díaz, en el acto de lanzamiento de Sumar

Uno de los libros más interesantes, e impactantes, que he leído es “Réquiem por Nagasaki”, de Paul Glym. Vale la pena conocerlo.

Y me ha venido a la cabeza ese título cuando me he planteado escribir sobre la situación de Podemos, o de Unidas Podemos en la actual denominación, porque me parece que se acerca su irremediable final.

Nadie lo diría. Porque, en junio de 2016, a pocas fechas de las elecciones, parecía hasta factible una victoria de Podemos en las generales del día 26. Esa posibilidad ocupó portadas. Por ejemplo en el diario El País.

Las encuestas concluían que la coalición de izquierda llamada Unidos Podemos (Podemos más IU) alcanzaba el segundo lugar en intención de voto, al recibir el apoyo del 26 por ciento de los españoles, a solo tres puntos del PP, primero pero estancado en el 29 por ciento, con el PSOE casi hundido en el 20,5, y con Ciudadanos en el 14,5.

Así lo reveló una encuesta de Metroscopia para El País, y en ese momento no se descartaba que, si se mantenía la tendencia, finalmente Podemos ganaría las elecciones, lo que le permitiría formar Gobierno, con el apoyo, por supuesto, del PSOE.

Cómo estarían las cosas, que un simulador matemático, elaborado por una consultora, aventuró, a través de una combinación de variables económicas, socio-demográficas, territoriales e ideológicas que Podemos conseguiría 116 escaños en las elecciones de 2015.

Un año antes, el joven secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, proclamaba en la Puerta del Sol que 2015 era “el año del cambio”, asegurando que ganarían las generales al Partido Popular. “Podemos soñar, Podemos vencer”, sentenció. Por entonces, algunos, de broma, publicaron una lista de países a los que marcharse si el partido morado ganaba las elecciones.

A raíz de las municipales de ese año, y ante la posibilidad de que el candidato socialista, Antonio Miguel Carmona, firmara un pacto con la popular Esperanza Aguirre para hacerse con la Alcaldía de Madrid, arrebatándosela a Manuela Carmena, Pablo Iglesias pronosticó que, si eso ocurría, “Podemos ganará las elecciones con mayoría absoluta”.

Parecía, en fin, que Pablo Iglesias estaba a punto de llegar al cielo, cumpliendo su principio de que “el cielo no se toma por consenso, se toma por asalto”. Pues ha sido que no.

 

El asalto estaba preparado y diseñado. Lo intentó... pero la victoria no ha llegado. Todo lo contrario. De los cielos ha pasado a los infiernos. Porque el partido que él fundó se halla a punto de verse excluido definitivamente de la magna operación de izquierdas que viene diseñando Yolanda Díaz, con la impagable ayuda de Pedro Sánchez, por supuesto.

La lideresa de todas las lideresas (de Ada Colau, de Mónica García, de Mónica Oltra...) les ha excluido. Sin más. Ha enterrado a Podemos casi sin despeinarse.

¿Qué ocurre? Pues que Podemos es una marca a la baja. El liderazgo errático, tremendamente personalista, caudillista de Pablo Iglesias, ha dejado al partido con todos sus fundadores fuera, desmovilizado, desnortado, sin bases (aquellas asambleas iniciales que iban a decidirlo todo), bajo una dirección inane, incapaz, casi infantil. Ocurre que hoy, en lugar de sumar, resta. Por eso se los ha quitado de encima Yolanda Díaz.

La puntilla fue el incomprensible error cometido por Pablo Iglesias e Irene Montero comprando un macro chalet en Galapagar. Desde entonces, la formación morada no ha levantado cabeza.

Lo peor está por llegar. Porque ahora vienen las elecciones del 28 de mayo. Podemos no tiene más remedio que concurrir en solitario, y se va a pegar un trastazo tal que a lo mejor ni quedan restos que recoger.

Estamos ante la jugada final de Díaz, que no se presenta en las municipales, y que tiene detrás todo el ‘expertise’ del viejo y nunca desaparecido Partido Comunista, con el secretario general, Enrique Santiago, como estratega y consejero en la sombra, con el que se reúne a comer.

Yolanda Díaz es el futuro. El futuro de ahora mismo, claro está. Quizá como lo fuera antes Pablo Iglesias. Pero, hoy por hoy, goza de los resortes del poder (socialista), incluidos los apoyos mediáticos, esos que predican sobre todo a la parroquia de la izquierda.

Pedro Sánchez necesita a la líder de Sumar, y le va a dar lo que haga falta. La va a aupar, incluso a costa de que robe votos al mismísimo PSOE. Cosa que seguramente ocurrirá. Lo sabe, pero no le importa. Está dispuesto a perder escaños, y a quedar segundo en las próximas generales, por detrás del Partido Popular, porque una sólida lista de izquierdas en tercera posición le garantizará formar gobierno. Y seguir en La Moncloa cuatro años más.

Pero, en ese momento, el réquiem por Podemos ya se habrá oficiado.

editor@elconfidencialdigital.es

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