José Apezarena

Don Juan Carlos y su doloroso aniversario

Pienso que don Juan Carlos soñó más de una vez con la fecha de ayer, 22 de noviembre de 2015. Ayer se cumplieron cuarenta años de su proclamación como rey de España, y tengo la convicción de que el monarca había imaginado con anterioridad que en esa fecha tan redonda se escenificaría una magna celebración conmemorativa, que sirviera casi como colofón a su presencia en el trono y resello por la gran labor realizada desde 1975.

No ha ocurrido así. Aunque, de ese aniversario redondo, sí se ha hecho memoria en algunos medios, no ha habido celebración. Y la propia Zarzuela ha guardado un profundo silencio.

Me parece que don Juan Carlos nunca imaginó que los cuarenta años de su llegada al trono tendrían un perfil tan triste. No solamente ya no ciñe la corona, sino que su misma figura se sigue resintiendo por los últimos malos años vividos.

Sin embargo, no obstante esos años penosos y los actuales silencios, la figura del anterior rey quedará sin duda marcada a fuego en la historia de España. Cuando se apague el humo de los acontecimientos recientes y se vuelva a tomar perspectiva de lo que este país ha cambiado, de lo que se ha hecho desde aquel noviembre de 1975, como digo la historia le hará justicia.

No fue un día alegre el de ayer, domingo, ni tampoco lo será mañana, 24 de noviembre, aniversario de la misa de proclamación en Los Jerónimos.

Al mismo tiempo, don Juan Carlos debería sentirse confortado, y hasta contento, por cómo van marchando las cosas respecto a él y su familia. Porque la monarquía pervive y aun se recupera de las tormentas vividas. Porque en la jefatura del Estado se encuentra su hijo, que viene desempeñando el papel con acierto, lo que, a su vez, contribuye a la consolidación de la institución. La recuperación de las encuestas constituye un dato innegable.

Y va a resultar que aquella sorprendente e intempestiva abdicación de hace año y medio, asumida a contracorriente y porque no tenía más remedio, aquella salida que puso un nudo de preocupación en la garganta de muchos por las incertidumbres que abría, resulta que aquel paso indeseado va a convertirse, vistas las cosas, en el último gran acierto de un rey que había ya dado sobradas pruebas de instinto político y de olfato para atinar en los grandes momentos.

Fuera porque no tenía más remedio, fuera por instinto, por las dos cosas o solo por casualidad, lo cierto es que dio en el clavo por última vez. Eso sí debería causarle alguna satisfacción.

editor@elconfidencialdigital.com

 

Twitter: @JoseApezarena

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