No creo en la televisión pública

Grecia acaba de cerrar su televisión pública, como consecuencia de los apuros económicos que pasa el país, intervenido como se sabe. Y se ha armado un buen debate. No falta quien destaca que, con ello, se ha convertido en la única nación europea sin cadena pública. Pues bien, tengo que decir que no creo en la televisión pública. Bueno, no creo en general en los medios de comunicación de titularidad pública.

Si es generalmente admitido que no tiene sentido que existan diarios cuyo dueño sea el Estado, porque entendemos que la sociedad es más que capaz de suministrarse con libertad y pluralismo los periódicos, no entiendo por qué asumimos que existan agencias de noticias, cadenas de radio y canales de televisión de titularidad pública. ¿Cuál es la diferencia respecto a la prensa escrita? Y, encima, se entiende menos que nos cuesten mucho dinero, porque haya que mantenerlos con los presupuestos del Estado.

Ya sé que me meto en una cuestión muy espinosa, y que mi posición posiblemente tiene escasos partidarios (o, al menos, son pocos los que lo manifiestan). Pero he de expresar lo que pienso.

Un conocido opinador afirmaba ayer: “Creo que el servicio de radiotelevisión, un servicio de información público, es básico en un Estado del Siglo XXI”. Yo considero lo contrario. Que quizá tuvo sentido en el pasado, cuando apenas era cubierto por nadie, por muy diversos motivos. Pero ahora, con la existencia de grandes cadenas de comunicación (nacionales e internacionales) de iniciativa y propiedad privada, pienso que no son necesarios. Unos medios privados, por cierto, que son juzgados permanentemente por los ciudadanos, y premiados o castigados en una especie de referéndum diario a cargo de la audiencia.

Se argumenta que la televisión (y la radio) pública presta servicios de interés general que las otras cadenas no cubren. ¿Alguien puede explicarme con detalle, y vista la programación de TVE, a qué servicios se refiere? ¿Programas sobre espadachines, concursos de cocina, series americanas, películas…?

Si fuera verdad que existen ámbitos informativos e institucionales a las que no llegan los medios privados, siempre cabría la opción de subvencionar esas concretas coberturas para su emisión por canales normales. Lo cual, además de más coherente, resultaría por supuesto muchísimo más barato. Y a lo mejor conseguirían mayor audiencia.

Mi argumento básico, en fin, es que todo aquello que pueda atender la sociedad por sí misma, no debe cubrirlo el Estado. Porque, puestos a hablar de cuestiones básicas para la sociedad, como pueden ser la alimentación, el descanso, la cultura… ¿por qué no confiar también al Estado esos cometidos y que se ocupe de ello mediante empresas de titularidad pública? ¿Y no habría que promover productoras de cine que sean estatales? En fin, las comparaciones serían muchas.

Pero es que, volviendo al ámbito de la información y la comunicación, ¡qué difícilmente los poderes públicos se resisten a la tentación de utilizar esos medios públicos para su particular provecho! Se me podrá responder que se trata solamente de una anomalía, indeseable y evitable. Sin embargo, a la vista de la experiencia acumulada durante tantos años, y en tantos lugares, alguno podría concluir que más que la excepción constituye la regla.

Dicho lo cual, y para evitarme dolores de cabeza, con esto no estoy argumentando nada en contra de los profesionales que trabajan en esos medios estatales. La cosa no va con ellos.

 

editor@elconfidencialdigital.com

Twitter: @JoseApezarena

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