José Apezarena

Las pensiones, un cañón “Gran Berta”

En la jerga política, para intentar describir una medida, una propuesta, una ofensiva muy poderosa y contundente, ganadora, a veces se utiliza la expresión: eso es el “Gran Berta”.

Alude a un mítico e inmenso cañón diseñado y fabricado por Krupp, un obús de asedio de calibre 420 milímetros, desarrollado por los alemanes en la Primera Guerra Mundial, aparentemente irresistible.

El nombre que se utiliza es ese, aunque en realidad se suele confundir con el llamado “Cañón de París, utilizado por los alemanes en la Primera Guerra para bombardear la capital de Francia. Es la pieza de mayor longitud fabricada, con un tubo de 36 metros de largo, y de enorme peso (750 toneladas). Transportado sobre railes de tren, su alcance era de 130 kilómetros.

Produjo efectos psicológicos entre la población, que desconocía de dónde llegaban aquellos inesperado proyectiles, pero sin embargo su eficacia real resultó muy limitada, debido a las dificultades en la precisión de los impactos, la lenta cadencia de fuego (sólo se hicieron 367 disparos), y la necesidad de cambios frecuentes de ubicación para evitar ser localizado.

Así que ni el primero ni el segundo resultaron decisivos en el conflicto, pero su nombre mítico se mantiene vivo en la jerga política para referirse, como digo, a una medida, una táctica, tumbativa.

Resulta que ahora algunos creen que han encontrado el “Gran Berta” de la pelea política agitando y poniendo en movimiento a la tercera edad. Y aun a la cuarta, si fuera el caso.

Y, de pronto, los jubilados, los pensionistas, los mayores, los veteranos, los viejitos y las viejitas, se han visto cortejados por unos y por otros, azuzados y movilizados, saliendo a las calles, a propósito de un delicado asunto: sus pensiones. Les han tocado, no solamente el bolsillo, sino hasta el trigémino.

Electoralmente, las pensiones sí podrían considerarse artillería pesada, un “Gran Berta”, porque esos colectivos, dado el peso que representan en la pirámide de población, tienen la llave de las futuras elecciones a celebrar en el país.

Ya en otras ocasiones pasadas las pensiones se esgrimieron como arma de combate político. Y se agitaron desde uno y otro partido diciendo a los mayores que, si ganaba el rival, “los otros”, sus jubilaciones corrían peligro, dejarían de cobrarlas. Como suena.

 

Una amenaza semejante es en principio una bajeza, porque con ningún Gobierno han peligrado las pensiones: todos las han mantenido y garantizado.

Es materia tan sensible que, en alguna que otra confrontación electoral pasada, los grandes partidos convinieron, pactaron, dejar fuera de la batalla un asunto tan delicado.

Por lo visto, ahora no va a ocurrir así.

El presidente extremeño, Guillermo Fernández Vara, hombre sensato y razonable, se mostró el otro día personalmente incómodo con el hecho de que los jubilados y pensionistas vuelvan a ser utilizados como artefacto político y electoral.

Estimó que el problema de las pensiones, que existir, existe, debe hablarse y acordarse, discutirse y negociarse, resolverse en fin, en un foro de reflexión ajeno a apasionamientos y extremismos, a excesos partidistas. Como es el Pacto de Toledo.

Me temo que no le van a hacer caso. Los socialistas, Podemos, han “descubierto” de nuevo el “Gran Berta”, creen que desgastan al Gobierno y al PP y que les beneficia a ellos, y no se van a resistir a utilizarlo. Pase lo que pase

editor@elconfidencialdigital.com

En Twitter @JoseApezarena

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