Ada Colau es el lobo vigilando a las ovejas
Que el turismo puede resultar una carga para una ciudad, un barrio, una comarca o un pueblo es algo fácil de entender. La avalancha de extranjeros supone un incordio para quien desea paz y tranquilidad en el lugar donde uno hace vida normal, pernocta y descansa. Sin embargo, recurrir a la violencia como medio de protesta por los excesos del turismo es un desatino colosal intolerable.
Es lo que está pasando en Barcelona. Hasta 27 asociaciones empresariales de la Ciudad Condal han hecho llegar un escrito de protesta al Ayuntamiento para pedirle a Ada Colau que “corte de raíz” los ataques y actos vandálicos que se están produciendo.
Un autobús turístico fue atacado la semana pasada. Se han registrado incidentes violentos en establecimientos hoteleros. Las bicicletas turísticas han sufrido sabotajes y han amanecido esta semana con las ruedas pinchadas.
Detrás de estos hechos se encuentra la organización juvenil Arran, vinculada a la CUP, que ha reivindicado sin tapujos la autoría de algunos de estos hechos.
¿Cuál es el problema? Que hemos puesto al lobo a vigilar a las ovejas.
La alcaldesa Ada Colau tiene un amplio historial de actos de protesta similares a sus espaldas. Concretamente, durante su mandato como máxima responsable de la Plataforma Antidesahucios. Este colectivo se hizo famoso por su política de “escraches”, que tanto se ruido armaron hace sólo unos años en nuestros país. Auténticas campañas de acoso, hostigamiento, asedio y persecución contra políticos.
Si aquel tipo de violencia estaba justificada por un bien mayor, señora Colau, ¿por qué censurar ahora a los que se levantan contra el turismo que se posesiona injustamente de espacio público y está depredando Barcelona?
Colau se ha quedado sin argumentos.
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