Javier Fumero

Albert

Es lo que tiene estar en periodo electoral: que a algunos se les sube a la cabeza y terminan por perder el juicio. Digo esto porque el delegado del Gobierno andaluz y presidente del PP en Cádiz, Antonio Sanz, lanzó este jueves la siguiente andanada:

-- “No quiero que en Andalucía mande un partido que se llama Ciutadans y el presidente Albert”.

No quiero que me gobierne un señor que se llama Albert. Así, sin anestesia. Reconocerán que la frase tiene su miga.

Por lo pronto, replica al pie de la letra la estrategia diseñada desde Génova para ensuciar la marca de su principal competidor en el caladero de votos del centro-derecha. Se trata de subrayar sus orígenes catalanes.

Lo que pasa es que, una vez puesto blanco sobre negro, el mensaje suena fatal. Cualquier asesor de comunicación sensato se daría cuenta. Parece hasta un enfoque con tintes racistas y sectarios. O al menos, excluyente.

No se está censurando un razonamiento, una propuesta, una idea, un plan económico, un modo de entender el mundo... Se critica un nombre. Es como si Antonio Sanz hubiera dicho: no me importan las capacidades o los planteamientos de Albert, sólo sé que –de partida- su patronímico me genera un gran rechazo… como todo lo catalán.

¿Todo lo catalán es malo de origen? ¿Un nombre define el pensamiento político de alguien?

Esto es grave. Esto no es presentable. Un político tampoco puede insinuar siquiera con una frase de este estilo que sólo estará disponible para los suyos, para sus afines. El resto van a ser ninguneados, por ser precisamente diferentes.

Un servidor público debe pedir el voto de todos y después, si resulta elegido para un puesto de gobierno, trabajar por el bien de la comunidad entera… le hayan votado o no. La alusión nominal deja entender que los gaditanos que tengan la ‘desgracia’ de llamarse Xavi o Montserrat ya pueden marcharse de la región si gana don Antonio: piensen lo que piensen se arriesgan a ser maltratados.

 

Seguro que alguno me llamará demagogo. No pasa nada: es gratis. Lo único que hago es desplegar con todo su aparato el revés que se esconde tras una frase de marketing que no parece muy bien pensada: oculta una bomba de relojería.

Nadie está a gusto junto a una persona prejuiciosa. Los fanáticos y los intolerantes no están bien vistos… salvo por otros como ellos. Es importante decirlo.

Más en twitter: @javierfumero

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