Pequeñas mentiras muy importantes

Hace unos días me encontré con un amigo y me sorprendió su pena. Estaba completamente desolado. Se acababa de enterar de que su hijo, que debía licenciarse con honores en pocas semanas, no había superado de hecho ni segundo curso de carrera. Llevaba tres años mintiendo.

El pastel se descubrió, me dijo, cuando ya era hasta físicamente imposible esconder más el engaño. Admitía mi amigo que tanto su mujer como él mismo, habían sobrevolado últimamente por la vida de su retoño quizás a demasiada altura, sin mucha atención ni escrupulosidad.

Pero es que se fiaban de él. Nunca les había dado motivos para dudar de su sinceridad. Nunca fue un chico mentiroso. El pastel se ha descubierto, me explicaron, precisamente porque el chaval no podía más. Se encontraba asfixiado tras tantos años interpretando un papel, viviendo otra vida, disimulando.

El pequeño asegura que todo empezó por una mentirijilla pequeña, un detalle poco importante: sólo pretendía salvar un plan de verano demasiado tentador. Se inventó un aprobado en la Universidad que había sido un suspenso y, a cambio, pudo disfrutar de un idílico retiro en la playa con los amigos. No parecía tan grave.

Pero aquello que empezó como un juego, se convirtió en un modo de vida: las cosas resultaban mucho más fáciles (y divertidas) fingiendo aprobados que eran cates o directamente, unos “no presentado”. Cuando la bola fue creciendo, surgió el cargo de conciencia. Y ahí empezó el infierno.

La angustia se manifestaba cada vez con más fuerza, se sentía atrapado. Pero no parecía haber salida: el miedo a reconocer la verdad y sufrir las consecuencias imperaba sobre el deseo de arreglarlo todo, de ser franco, de liberarse de la pesada carga y empezar de nuevo. Siempre era más fácil alargar la farsa anunciando otro curso inmaculado de pega, que coger el toro por los cuernos.

La historia –sobrecogedora- ha dejado heridas y alguna secuela importante. La familia está muy tocada. Ha sido un trago duro de digerir. Sin embargo, cumplo con una petición. Mi amigo me ha pedido que relate todo esto aquí, en el blog, por si alguien puede evitarse este drama.

“La conclusión que hemos sacado en casa –me decía esta persona concluyendo- es que las pequeñas mentiras terminan por ser muy importantes”.

Más en twitter: @javierfumero

 
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