Es que aquí no dan la cara
Me atrevo con un segundo comentario sobre la preocupación que tienen los españoles por la corrupción en España, según ha recogido el CIS. Y es este. Esta cuestión inquieta porque nuestros políticos están muy poco acostumbrados a dar la cara.
Para comprobarlo basta analizar su comportamiento cuando la justicia los cita como sospechosos. Lo menos que te puede pasar es encajar una peineta al estilo Bárcenas. Lo más habitual es ese hacer mutis por el foro, escurrir el bulto, dar la callada por respuesta.
En vez de dar explicaciones se evita cualquier contacto con los medios de comunicación. Se trata de lograr que amaine la tormenta, que escampe el temporal. Tarde o temprano, la gente se olvida, disminuye la presión y uno puede volver a lo suyo.
Todo menos rendir cuentas a la sociedad.
No sucede así en otros países. Pongo un ejemplo. Al gobernador de Nueva Jersey, Chris Christie –la gran promesa del Partido Republicano a la Casa Blanca-, le acaba de estallar en la cara una polémica que amenaza con terminar con su carrera política.
Documentos filtrados a la prensa prueban que la jefa adjunta de su gabinete represalió a un alcalde vecino, que no le había apoyado en su última reelección, provocando un gran atasco en la ciudad del primer edil: cortó dos carriles del puente que une el Estado de Nueva Jersey con Nueva York durante cuatro días como venganza.
El tema no es menor. En la localidad de Fort Lee viven 35.000 habitantes que quedaron sumidos en el caos. Una mujer de 91 años murió después de que una ambulancia no lograra llegar a tiempo para atenderla por culpa del tráfico.
El mensaje que envió la número dos de Christie a un amigo del gobernador días antes de la intervención no ofrece dudas: “Ha llegado el momento de crear problemas de tráfico en Fort Lee”.
Pues bien. Chris Christie ha dado este jueves una rueda de prensa... ¡¡de 108 minutos!! Casi dos horas respondiendo a las preguntas de los periodistas; casi dos horas dando la cara, pidiendo perdón, anunciando que acaba de despedir a dos miembros de su gabinete (incluida la redactora del comentario); casi dos horas admitiendo que se sentía avergonzado y humillado...
Igualito que en España.
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