Javier Fumero

Los innombrables del PP

“Lo importante no es lo que dices sino lo que la gente entiende”. Esta frase tan resultona es de un conocido analista político de gran prestigio en los Estados Unidos al que me he referido en alguna otra ocasión. Se llama Frank Luntz y su visión de la comunicación explica la fobia que le ha entrado a Mariano Rajoy últimamente a pronunciar algunos nombres.

Todo empezó hace un año, cuando estalló el ‘caso Bárcenas’. Entonces, el presidente del Gobierno puso en marcha un plan de imagen y comunicación centrado en el cuidado de la palabra.

La decisión, adoptada entonces, de no pronunciar el nombre de Luis Bárcenas recordaba a las andanzas de Lord Voldemort, el antagonista de Harry Potter en la saga de J. K. Rowling cuyo nombre también evitaban pronunciar los protagonistas. Por eso se referían a él con expresiones del tipo: “el que no debe ser nombrado”, “quien tú sabes” o el “innombrable”.

Hace seis días, volvió a pasar.

El viernes, Rajoy respondió a un periodista que le preguntaba por Rodrigo Rato con una larga cambiada. Utilizó una expresión que no pasó inadvertida a nadie: “esa persona por la que usted se ha interesado”...

No fue un lapsus. Fue algo perfectamente deliberado.

Se trata de evitar una condena mediática: que alguien asocie el nombre de Mariano Rajoy, del Gobierno, del jefe del Ejecutivo... con la corrupción. ¿Por qué?

Frank Luntz, el analista al que antes me he referido, lleva años trabajando con ‘focus group’, grupos de discusión integrado por electores. Reúne personas de perfil homogéneo por alguna variable (edad, sexo, aficiones, voto...) para hablar sobre algún tema concreto y los escucha. Se llama investigación cualitativa.

Luntz ha dirigido miles de estos grupos. Ha escuchado la voz del norteamericano hablando sobre candidatos, productos, empresas o medidas políticas. Después, elabora mensajes que ayudan a sus clientes a vender o a formar a la opinión pública en un sentido o en otro. Desde hace años, Fox News retransmite esos foros en directo, con gran éxito.

 

Si uno quiere aumentar las ventas de una empresa, ganar unas elecciones, motivar a sus empleados o conseguir un aumento de sueldo, debe utilizar las palabras adecuadas y manejarlas con mucho cuidado. Es la conclusión a la que ha llegado Luntz tras años de investigación y escucha atenta. En caso contrario, fracasará.

Luntz ilustra su propuesta recordando un caso emblemático.

El 17 de noviembre de 1973, acosado por la prensa norteamericana ante las revelaciones del Watergate, Nixon convocó a la televisión para ofrecer su versión a los ciudadanos. Fue entonces cuando, como presidente de los Estados Unidos, remató su intervención con la célebre frase: “I am not a crook” (“¡Yo no soy un ladrón!”).

Fue un gravísimo error. Escuchar al líder del país pronunciar aquellas palabras provocó, involuntariamente, que toda la sociedad americana asociara en su mente dos términos que hasta ese momento eran ajenos entre sí: “Nixon” y “ladrón”. Se produjo justo lo contrario de lo que pretendía y fue su sentencia de muerte política.

Ahora, estamos en las mismas. “Rajoy” no quiere ver su nombre asociado a la palabra “corrupción”. Por eso, no mencionó durante meses a “Luis Bárcenas”. Por eso ya no nombra a “Rodrigo Rato”. Y es de esperar que otro tanto suceda con “Ángel Acebes”, imputado este martes por los famosos papeles de Bárcenas.

Más en twitter: @javierfumero

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