Javier Fumero

La tertuliana imprudente

Anda por ahí una conocida periodista que está demostrando una notable capacidad de imprudencia.

Imprudencia es, sin duda, realizar en tono de queja confesiones personales sobre sus difíciles circunstancias profesionales, pero mucho más aún hacerlo a otros periodistas. Porque luego lo pueden contar.

Que es lo que ha ocurrido. Ella se lamentaba en voz alta de que el Gobierno le tenía puesta la proa por sus opiniones críticas y de que su puesto de trabajo corría peligro. Y, claro, eso se contó, también como una forma de explicitar la anomalía que supone cualquier acción de censura y de represalia procedente de ámbitos gubernamentales.

Porque ocurrió lo que ella misma pronosticaba: la echaron de uno de sus trabajos. Una actuación mezquina e incomprensible por parte de los cargos de Moncloa que lo propiciaron. Y también de su propia empresa periodística.

El modo concreto como se presentó esa salida de su medio resultó discutible, pero no se trata de contar cómo se logran las notas de apoyo y quién y por qué las firma en realidad.

Imprudencia es exhibir públicamente sus cuitas, e imprudencia es revolverse cuando, a continuación, se convierten en asunto noticioso.

Y más aún arremeter contra quienes se hicieron eco de que era objeto de la persecución del Gobierno. Lamentablemente, de nuevo se aplica el viejo y repetido principio de matar al mensajero, pero esta vez por parte de un periodista, que además fue quien inició el mensaje.

Su argumento se centra en afirmar que, al reflejar sus problemas con el Gobierno, lo que habían hecho era ‘señalarla’ como pieza y objetivo. Como si al Gobierno le hiciera falta que le indicarán quién le trata bien y quién mal: lo sabe mejor que nadie, y de hecho la propia periodista lo iba contando.

La columnista dijo sentirse herida y reaccionó descalificando al medio que contó sus problemas. Era injusto, pero podía entenderse en los primeros momentos del cese. Lo que ya no es admisible es que, pasado el tiempo, siga en esa actitud. Que no es de recibo.

 

Y lo que dice es mentira. Eso sí que es decir mentiras. Constituye la mayor de las imprudencias, sin duda.

Más en twitter: @javierfumero

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