Sánchez el demagogo

No es que Pedro Sánchez tenga a estas alturas la menor capacidad de sorprender a nadie, pero sus ‘facultades’ para el discurso, el razonamiento y la reflexión, siempre dan motivos para volver sobre su vacío de pensamiento, su inanidad política y lo peligroso que es, cuando se ve arropado por esos leales que jalean todo lo que dice.

La campaña de las primarias del hasta el momento ex secretario general de los socialistas, ha sido una buena muestra de lo anterior.

Entre los epítetos que, en el transcurso del tan traído debate, le dedicó Susana Díaz, hubiera encajado perfectamente el de demagogo; pero se le debió de olvidar a la andaluza.

Como no podía ser menos, la demagogia para decir lo que sus seguidores gustan de escuchar, ha estado presente sin faltar un solo día, pero es en las últimas horas de su periplo electoral cuando esa demagogia ha alcanzado sus cotas más bajas porque, aún entre las demagogias y entre los demagogos, hay clases y hay categorías. Sánchez ocupa en este aspecto un puesto más bien mediocre.

Señalar como objetivos importantes, si llega a la secretaria general, denunciar los tratados con la Santa Sede y quitar a la Iglesia inmuebles y que ‘no pueda seguir inmatriculando, propiedades y que pague impuestos como cada hijo de vecino’, es de una indigencia mental más que preocupante. Y es que hasta para ser demagogo hay que tener un cierto bagaje intelectual.

Parece desconocer Sánchez que, en un amplio concepto jurídico, inmatricular, significaría hacer constar en el Registro un inmueble, sin antecedente alguno. Si la Iglesia no posee antecedente alguno en relación a la catedral de Valladolid, es un decir, que venga Dios y lo vea. Otro decir.

Olvida Sánchez que, aun siendo secretario general del Partido Socialista, ni siquiera es diputado y o grita mucho o va a tener que recurrir a su propia ‘tuerka’ para vocear sus propuestas y que su demagogia llegue a la gente.

Se ha definido demagogia como ‘el empleo de halagos, falsas promesas, que son populares pero difíciles de cumplir y otros procedimientos para convencer al pueblo y convertirlo en instrumento de la propia ambición política’.

Definición esta que encaja como un guante en la mano política de Pedro Sánchez; sobre todo eso de ‘…convertirlo en instrumento de su propia ambición política’.

 
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