LA OTRA CARA DEL COVID-19

Claustrofobia y agorafobia en días de confinamiento

Jaime tiene 50 años y vive en Madrid. Padece crisis de pánico tanto en lugares cerrados como en espacios muy abiertos desde que tiene uso de razón. Con “química” y Bach se enfrenta al largo encierro del coronavirus.

claustrofobia
Autorretrato de espaldas de Jaime.

Miedo irracional a los espacios cerrados, más miedo irracional a los espacios abiertos y desiertos. Jaime sufre claustrofobia y agorafobia “de toda la vida”. Ahora peina los 50: un señor de su tiempo, deportista, artista, emprendedor, con muchos amigos, pero padece una fobia “que se multiplica por dos” en estas semanas de confinamiento por culpa del coronavirus, “porque no solo me inquieta estar encerrado en casa, es que, además, al mirar por la ventana y no ver a nadie, lo paso casi peor. Es algo similar a lo que me sucede cuando voy por carreteras secundarias y sé que la población más cercana está a muchos kilómetros de distancia. Es difícil de comprender si no te ha pasado nunca”.

-¿Le ayuda hablarlo?

 -Unas veces sí, y otras no. He hecho terapia, pero, al final, mi única solución ha sido la química.

Jaime no puede salir de casa sin ansiolíticos en la cartera. Y para viajar en avión “me tengo que tomar un cóctel de pastillas” que me recetó el médico. Aun así, sale de casa a diario y viaja bastante. No permite que las fobias lo paralicen porque él quiere ganar como sea esta batalla crónica e inquietante en la que solo puede optar entre dos soluciones. “Una terrible: permitir que afecte a tu vida evitando exponerte a situaciones y dejando de hacer cosas;  o la salida más difícil: exponerme y hacer cosas sabiendo que en muchas ocasiones lo pasaré fatal”. Él, digo, ha elegido la pastilla verde: dar un paso adelante cada día, aunque a unos les sale el sol y a él le persiga una nube de densa irracionalidad llena de síntomas reales: “la garganta se inflama como si sufrieras un shock anafiláctico y te dificulta la respiración, y llegan las taquicardias, la sudoración y, sobre todo, una sensación de pérdida de control que es lo más inquietante. Todo te lleva mentalmente a un estado en el que crees que tu muerte es inminente. Si nunca ha sufrido una crisis de pánico, le aseguro que todavía no ha vivido una de las experiencias más salvajes que se pueden experimentar jamás”.

Jaime decidió un buen día que una vida así solo podía tener sentido “siendo capaz de generar vivencias que merezcan tanto la pena que compensen los momentos constantes de angustia. Mi vida es así los 365 días del año, las 24 horas de cada día”.

¿Todo se agrava en estos días de confinamiento obligatorio?

-Sí, porque por más que hayas entrenado tu mente en la resiliencia, te ves metido como en un caso de laboratorio que parece específicamente fabricado para ponerte a prueba. Porque en circunstancias de confinamiento y de cierre de ciudades las herramientas que posees para sobreponerte son escasas.

“Por más que hayas entrenado tu mente en la resiliencia, en estos días te ves metido como en un caso de laboratorio que parece específicamente fabricado para ponerte a prueba, porque las herramientas que tienes para sobreponerte son escasas”

 

En casa de Jaime suena todo el día música clásica. En estos días de encierro masivo “me agarro a Bach y a un premio que me he autoimpuesto para cuando todo esto pase: un viaje”. En su batalla diaria, hoy también, “el deporte es fundamental. Ayuda mucho someterse a una rutina, por eso el ejercicio y la autodisciplina son tan buenos”. A él le sirve particularmente “entrar en un proceso creativo permanente: escribir, editar fotografías… La fotografía es uno de mis grandes salvavidas en mi existencia cotidiana normal, porque me obliga a observar el mundo y a dejar de observarme a mí mismo. Es una de las formas más prácticas de romper ese círculo que ahoga”.

 

Duerme “relativamente bien”. Ha pasado por consultas de psiquiatras y psicólogos. Ha andado sus terapias. Y, al final, es consciente de que “para mí, la medicación es la piedra angular. Es como salir de casa con un bastón. Sabes que, si la llevas, vas protegido”.

¿Viene bien que os acompañemos los demás ante estas fobias?

-Si notas que la gente te habla para distraerte, te pones fácilmente en alerta. Fundamentalmente, lo único que ayuda es saber que hay alguien cerca. Nada más. Una vez que la crisis se desencadena, la lucha es personal entre uno mismo y el pánico.

“Fundamentalmente, lo único que nos ayuda es saber que hay alguien cerca. Nada más. Una vez que la crisis se desencadena, la lucha es personal entre uno mismo y el pánico”

 

En estos días de coronavirus, de tasas récord de consumo de televisión y de titulares gigantes, a Jaime no le alarma esta alerta, entre otras cosas, porque es periodista y conoce el oficio, “aunque hay informaciones que no ayudan, desde luego”. Tan en forma a sus 50 y sin patologías previas, su miedo no es precisamente el contagio, ni las consecuencias del contagio. Su tensión se llama “claustrofobia y agorafobia concursando a la vez con un horizonte temporal de más de un mes de duración. Ese es mi problema”.

Jaime tampoco tiene miedo a que se caiga un avión en el que viaja, sino a que le entre “una crisis de pánico a 10.000 metros de altura sobre el Atlántico sin poder salir de ese cacharro”. Jaime no tiene miedo a tomar un ascensor, “porque sé que el trayecto será por un tiempo corto y determinado. La tensión es por si se detiene entre dos pisos por una avería”. Los barcos, el metro parado entre estación y estación más segundos de la cuenta, las aglomeraciones… Jaime, apasionado de la cultura, entendido, culto, activista del arte en todas sus dimensiones, siempre que va al teatro o al cine trata de elegir pasillo. La salida por si acaso, lo más cerca posible. Así, siempre.  

¿Las crisis de pánico tienen que ver más con lo que podría pasar que con lo que sucede realmente?

-Esa es la típica pregunta de quien no comprende las fobias. El miedo es irracional. Evidentemente, no pasa nada y sigo vivo. Sé que por muy intensa que sea la sensación de muerte inminente, finalmente no moriré a consecuencia de una crisis. Pero los procesos se desencadenan y es muy difícil pararlos. Ocurren, aunque uno sepa que todo es que irracional. En eso consiste una fobia y por eso es tan complicado de entender y de hacerlo entender.

¿Qué diría a quienes estamos encerrados en nuestras casas sin padecer ambas fobias, para que valoremos lo que tenemos?

-Que os imaginéis lo que significa vivir sumándole a la preocupación por el confinamiento la incertidumbre de no saber cuándo te asaltará por la espalda una crisis de pánico. Así durante 15 días, que muy probablemente sean 30, como mínimo…

Jaime cumple rigurosamente el confinamiento, como ciudadano socialmente comprometido. Solo hace alguna compra básica y pasea a su perro. Mira hacia adelante. Cuenta su experiencia con madura naturalidad. Él no echa tan en falta las limitaciones de contacto físico que aconsejan las autoridades sanitarias para estos días.

Ante una posible crisis de pánico de estos días, ¿echa en falta los abrazos?

-No mucho. Me ayuda más que no me toquen. De hecho, no me gusta mucho que me toquen salvo que yo quiera ser tocado. Los abrazos y los besos son para disfrutarlos.

Aspersor, reto, realismo, audacia y adelante

La claustrofobia es un trastorno de ansiedad que debuta como fobia específica. Tiene una alta incidencia social y una prevalencia mundial de entre el 6% y el 8%. Aunque no todas las personas la sufren igual. Por otra parte, entre el 1% y el 5% de la población española ha desarrollado un episodio psicológico relacionado con la agorafobia durante su vida. No hay porcentajes oficiales de personas que sincronicen ambas fobias, pero, según Jaime, “el porcentaje de afectados es mucho más alto de lo que pueda parecer”.

Rafi Santos es neuropsiquiatra y presidenta del Instituto Español de Resiliencia. En estos días de teletrabajo atiende on line muchas consultas de pacientes con ansiedad, aunque esta modalidad de consulta la lleva gestionando, al menos, desde 2004. “Doctora, miro por la ventana, veo todo vacío y sufro. ¿Y si me pasa algo y los servicios sanitarios no me pueden atender porque están saturados? ¿Y si le pasa algo a un familiar y no puedo atenderle?”. Y si, y si…

Ante estos cuadros comunes, Santos propone rutinas, horarios, deporte, “no abusar del café ahora que estamos en casa para mantener los hábitos saludables” y un “pensamiento divergente contra los pensamientos obsesivos”. Su propuesta es pasar del comecoco en lavadora a la reflexión en aspersor. En vez de darle vueltas constantes a los mismos planteamientos y generar ansiedad, abrir los razonamientos con más vías de escape: qué es lo peor que puede pasar, qué es lo más probable que suceda, cómo afronto ambas posibilidades..., “porque una reestructuración cognitiva puede ayudar a desbaratar el bucle”.

Sostiene Santos que “el 90% de los miedos que tenemos nunca suceden”, por eso aconseja a las personas que sufren estas fobias convertir la amenaza del coronavirus “en un reto, porque los neurotransmisores que se generan son muy distintos y uno es más nocivo que otro frente al estrés”. Concreta: “Ahora que estamos todos en las mismas circunstancias, la persona que padece un trastorno de este estilo puede aprovechar para racionalizar las circunstancias. Es bueno que sepan que no estamos ante un arresto domiciliario, sino ante una medida de prevención de salud pública. Son dos escenarios muy diferentes. Entrenarse contra una fobia en este contexto universal puede ayudarles a afrontar las situaciones personales previas sacando del coronavirus un máster en superación”.

Rafi Santos, neuropsiquiatra, propone pasar del ‘comecoco’ en lavadora a la reflexión en aspersor. En vez de darle vueltas constantes a los mismos planteamientos y generar ansiedad, abrir los razonamientos con más vías de escape en este contexto del coronavirus

 

La presidenta del Instituto Español de Resiliencia propone evitar aumentar el consumo de ansiolíticos: “Que el paciente se someta al tratamiento pautado, porque es fácil caer en la tentación de incrementar las dosis, pero eso solo soluciona el problema de manera coyuntural. Es posible que después de la química repunte la ansiedad si la conducta no cambia”. También receta relajación y mindfulness, “aprovechando las posibilidades que se han abierto estos días en internet y en las redes sociales”; no convertir el encierro en una burbuja antisocial, siempre siguiendo las recomendaciones sanitarias, y convencerse de que “hay una salida”.

Dice Santos que esta pandemia del coronavirus es, para muchos, como atravesar un túnel. Quizás, el túnel más grande de España, que es el de Somport y atraviesa ocho kilómetros intensos. “Que todo el mundo sepa que todos los túneles cuentan con una entrada y una salida. Con el sistema sanitario español la confianza en el fin es máxima”. Además, destaca que “cada día que pasa juega a nuestro favor, porque todos nos hemos expuesto al covid-19, pero nuestros cuerpos han empezado a reaccionar ya positivamente”. La luz de la resiliencia asoma para todos.

Juan José Millás escribió este artículo en la edición impresa de El País el 6 de septiembre de 1993. Más allá del punto medio entre seriedad y distancia, este texto es un exponente de que 27 años después la sociedad española empatiza más con los que sufren. Aunque desconozca cómo y hasta dónde se padece en silencio. Las fobias irracionales también se comprenden. El confinamiento puede ser una puerta abierta para entendernos mejor.

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