Sobre los devaneos de la Empresa con la Felicidad

Lo que a continuación viene es la primera (de seis) de las entregas anunciadas en: En busca del Compromiso Perdido.

¡Comprométete!

¿Cómo te has sentido cuando tu opinión  no ha sido escuchada? ¿Y cuándo el trato recibido se concreta desconsiderado o tu cometido carece de sentido? ¿Decepción, desasosiego, malhumor, quizás malestar, quizás un dolor punzante en el pecho, quizás…? 

Esas son las preguntas a las que la empresa comprometida debiera dar respuesta adecuada. Comprometida con la escucha atenta de opinión, con el trato digno y considerado, con el marco de referencia ético al cual  poder acomodar la conducta. Ese, y no otro, es el ámbito que le corresponde a la misma. Procurar que el “nido” proporcionado por ella sea lo más confortable posible.

La empresa, y en particular la función directiva, se puede expresar de dos formas posibles: a través del deseo sincero de avivar y, como consecuencia, fortalecer el “motivo” por el cual una persona se emplea debidamente  o por el contrario, en la torpeza de un desempeño directivo propiciador de un  ánimo cada vez más menguante.

Y es ahí que, entre otras consideraciones, queda evidencia cierta del tipo de liderazgo que está presente en la organización. ¿Se escucha, apoya, anima, premia, corrige, sanciona…, con oportunidad, respeto, y justicia? En muchas de las acciones que se emprenden -o se disimulan- con los colaboradores “desconectados” se encuentra en juego el compromiso de los que sí lo están. Premiar a quien no  corresponde, y no corregir al que sí, son prácticas  desalentadoras para quien se emplea con empeño y dedicación. ¡Hablamos de justicia!

Justicia, a la que añadir la otra gran baza de la que debiera valerse cualquier tipo de dirección: la de la ejemplaridad. La que impide pedir lo que no se es capaz de dar. ¿Cómo recabar compromiso desde los atriles del poder cuando  los allí presentes son conscientes de la falta de él  en quien lo ejerce?

Quien se sabe tratado con justicia y criterio ético, siendo de recta condición, se  empeñará en dar lo mejor de lo que es capaz. Como consecuencia, el empleado (directivo o no), se encontrará satisfecho, reconocido, alegre, y pimpante…pero feliz, no. La felicidad es  cosa bien distinta.

Viktor Frankl, autor de El Hombre en busca de sentido, rezaba en una de sus sentencias: “La felicidad es como una mariposa. Cuánto más la persigues más huye. Pero si vuelves la atención hacia otras cosas, ella viene y suavemente se posa en tu hombro. La felicidad no es una posada en el camino, sino una forma de caminar por la vida”.

 

La felicidad, ni se persigue, ni se otorga; en todo caso, nace de su olvido. A la empresa no le corresponde hacer felices a sus colaboradores. No existe la empresa que te pueda hacer feliz. Por el contrario,  sí puede existir  la que de forma comprometida persiga tu bienestar.

 

Quien busca la objetividad se compromete con la verdad. ¡Comprométete con ella!

Próxima entrega: Sobre la Ñoñez del Pensamiento Positivo (que no de la  psicología positiva).

Santiago Ávila

Socio Director de Executives On Go.

Autor de “La gestión emocional” y “Aprendiendo a liderar” de la Editorial Pearson


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