Las mafias de gitanos se apropian de los negocios de ‘compro oro’ en España: estafan, manipulan los precios y hacen publicidad engañosa

Las mafias están empezando a apropiarse del negocio de compra-venta de oro. La apertura de locales de este tipo se ha duplicado en España en lo que va de año. El 90% de estos nuevos negocios están controlados por clanes de origen gitano que operan de una manera sospechosa.

El Confidencial Digital ha podido conocer el funcionamiento de estas tiendas, que ya están siendo vigiladas de cerca por la Policía. Así operan:

Las organizaciones mafiosas gitanas ofrecen por las piezas “valores que no son reales, precios fuera de cotización”, explica un destacado empresario del sector ubicado en el distrito centro de Madrid. Estos clanes compran el oro a un precio algo más elevado que los negocios legales, lo que en principio satisface al cliente y parece originar pérdidas en el comprador. También “consiguen vender más, porque lo dejan más barato”.

El ‘negocio’, en definitiva, está en el incumplimiento de la normativa. Este experto, con amplia experiencia en la materia, explica que las mafias “funden la pieza nada más recibirla, sin esperar los 15 días reglamentarios ni registrarla en la Policía”. De esa manera, los comisarios no tienen tiempo de comprobar si se trata de un objeto robado.

Trafican, por tanto, con oro fundido, del que es imposible comprobar su procedencia, mientras el resto de locales deben entregar las piezas robadas que se reciban, con la consiguiente pérdida de la inversión. Todos los comercios están obligados por ley a remitir semanalmente un informe a la Policía, en el que aparece la fecha de adquisición cada pieza y la identidad de quién la vendió. Dos semanas después reciben la confirmación para enviarla a la fundición, donde esperará una semana más. Algunos, como se ha visto, no siguen este trámite.

Los negocios de ‘compro oro’ son, en general, franquicias independientes, deben autogestionarse y no pertenecen a ningún tipo de sindicato. Por eso, únicamente pueden acudir al ‘Grupo 11’ de la Policía, encargado exclusivamente de este tipo de tiendas de joyas, oro y antigüedades.

Los comerciantes que sí cumplen la ley afirman sentirse, en general, desprotegidos porque esta unidad no da más de sí. Dicen que las medidas de protección están dirigidas sobretodo a la prevención, con registros e inspecciones a los locales, pero que no son eficaces a largo plazo. “Como mucho cierran el negocio, pero luego lo vuelven a abrir inscribiendo como propietario a un familiar o lo hacen ellos mismos con otro nombre”, se queja un trabajador del distrito madrileño Arganzuela- Carabanchel. Añade que “nadie se atreve a denunciar porque tienes que dar tu nombre, y con eso luego puedes sufrir represalias”.

Muchas de estas casas de compra-venta ofrecen la posibilidad de empeñar las joyas en lugar de venderlas. El problema es que, cuando el cliente acude a recuperar el oro, encuentra que ya ha sido fundido y es irrecuperable.

La publicidad agresiva es otro de los ‘golpes’ que los empresarios deben soportar. Las mafias gitanas se empeñan en hacer sus negocios más llamativos: carteles luminosos, dinero mínimo garantizado incluso antes de la tasación, captadores en las calles que acompañan hasta la puerta, etc. La mayoría de negocios legales no pueden permitirse o no les compensa un gasto extra en marketing.

El número de locales y ventas se disparó con la crisis económica y llegaron a concentrarse en Madrid más de 350 establecimientos, según datos de 2010 de la Policía Nacional. Actualmente, sigue aumentando, mientras que la cantidad de oro que se vende está disminuyendo. Según el propietario de una de las tiendas de `compro oro´ afectadas “la bajada de clientes responde a la falta de confianza porque antes han sido engañados en alguna tienda gitana”. 

 

Un problema añadido es el que están sufriendo los negocios de propietarios gitanos que están desvinculados por completo de estas mafias. La desconfianza del cliente se extiende con doble sentido en su caso, por el simple hecho de pertenecer a la etnia gitana. Una de las empleadas, que también prefiere permanecer en el anonimato, advierte que “la gente acaba por desconfiar de todos los negocios y eso hace mucho daño".

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