Como tu madre esperaría que lo hicieras

Cuidamos lo natural porque lo llevamos dentro” (de productos lácteos), “Atrévete a ser tierno” (chocolate) y “Rentabilizamos esfuerzos” (un banco).

Pensando en las personas que acuden a mi consulta me distraigo haciendo combinaciones. Me quedo con la siguiente: “Atrévete a ser extraordinario, cuídate como te mereces y rentabiliza lo que llevas dentro”. Podría ser una frase de alguna de estas personas, de las que tanto aprendo cada día. A veces apunto algunas que son magníficas y servirían para escribir un manual de instrucciones para la vida.

En el atasco me río yo solo. Me acuerdo de aquellas ratas que encontré en mi casa. Habían hecho su nido aprovechando el plástico de las bolsitas de matarratas. Una buena lección de cómo sacar bien del mal. ¿Cómo sacar bien de un atasco?

Me miran los del coche de al lado y recuerdo a un señor que no tenía muy buena salud mental y se paseaba por la calle muerto de risa o muy, muy enfadado y siempre con un sombrero, diseñado por él y cada día más curioso, en la cabeza. Un mañana nos encontramos en una cafetería. ¡No llevaba sombrero! Escribía en trozos de cartón en una mesa junto a un ventanal.

Se reía ostentosamente cada dos o tres minutos. Llamaba la atención de los de dentro y de los de fuera. Unos niños se paran y se apoyan en el cristal para verle mejor, él sigue a lo suyo. Yo también le miro. Él sigue a lo suyo. Sólo nos atrevemos a mirarle los niños. “Ojalá tuviera mirada de niño o de loco…” me decía un paciente “…para saber ver lo verdaderamente importante, como decía el Principito”.

Me dan ganas de bajarme del coche y bailar con la anciana del coche de la izquierda. “Cuando sea anciana no quiero tener rasgos de personalidad de vieja” remarcaba una universitaria en la consulta. Se lo podría contar a la del al lado. No sé si me entendería.

El del BMW de la derecha está enfrascado en la Blackberry y me da la risa de nuevo con la frase de un señor ya de edad que no está dispuesto a aprender a usar la red: “Una vez me metí en internet y tuvo que venir el SAMUR a sacarme”.

La de detrás habla sin cesar por el móvil, aunque parece que lo hace sola, “la gente dice que no hablo nada, pero cuando alguien me escucha hablo muchísimo”, me parece escucharle con la voz de otra de mis maestras. En el paso de cebra unos argentinos hacen malabares para ganar algunas monedas, “el éxito es el equilibrio”. En fin ahí estamos en el atasco “como en el metro, que se junta gente a determinadas horas, pero que nadie coincide en nada”, aunque este lo decía hablando de las reuniones a la hora de cenar en su casa.

Parece que avanzamos algo, “cuando la normalidad está bien, ¡me encanta!”, pero la normalidad está llena de caminos alternativos, así que mejor saber el camino, “si no sabes a donde ir, no sabes cuál es el camino”. A pesar del atasco sigo pensando que Madrid es de las mejores ciudades del mundo, pero no puede ser prefecta “ya no quiero ser el mejor, sino la mejor versión de mí mismo”.

 

Llego tarde a una reunión, espero que empiecen sin mí, “el cementerio está lleno de imprescindibles” y a fin de cuentas se llega a lo que se llega si no “me pasa en la vida lo que llamo el efecto Tetris, como que van cayendo fichas y yo las tengo que alinear, al final me saturo y… game over”.

Un buen atasco para atreverse a ser extraordinario, cuidarnos como nos merecemos y rentabilizar lo que llevamos dentro. Como tu madre esperaría que lo hicieras.

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