Otra vez hay ruido de togas

Hay marejada y mar de fondo en la magistratura, singularmente en el Tribunal Supremo y en el Consejo del Poder Judicial, aunque también en el resto del colectivo de profesional a niveles altos y bajos. ¿Motivo? Que les está cayendo encima la mundial por el ‘atrevimiento’ de intentar que la ley se aplique también a Baltasar Garzón. Ésa es la almendra del asunto.

Resulta que el ex juez estrella de la Audiencia Nacional se encuentra incurso, no en uno, ni en dos, sino en tres sumarios judiciales, los tres admitidos a trámite. Y que quienes tienen que resolver son, primero, los magistrados del Tribunal Supremo y, después y en consecuencia, tomar medidas el Consejo del Poder Judicial.

Garzón guarda todas las papeletas para que alguno de esos tres sumarios acabe en un procesamiento, según opinión de cualificados juristas. Y han aparecido poderosas instancias que no se muestran dispuestas a permitir que algo así ocurra. De ahí el diluvio de críticas, ataques, descalificaciones y acusaciones que, desde hace un par de semanas, viene cayendo sobre los magistrados del Tribunal Supremo. Objetivo: advertirles, y en su caso amedrentarles, para que no se atrevan a proceder contra Garzón.

El vehículo de tal ofensiva es sobre todo el Grupo Prisa, con todas sus baterías disparando al unísono, empezando por el destructor más importante, El País, que el pasado domingo llamaba a los jueces del Supremo poco menos que prevaricadores, corruptos y, por supuesto, fachas.

Existe por ello un enorme malestar en la judicatura, que se ha percatado de la maniobra, y ha entendido que pretenden torcerles el brazo para que no se ‘atrevan’ a aplicar la ley a su compañero de la Audiencia Nacional. Es lo que está en juego: si Garzón queda o no eximido. Así que bien puede hablarse, con expresión antigua y entonces usada en otro sentido, de ‘ruido de togas’ para reflejar el cabreo que se percibe entre los jueces; los afectados directamente, y todos los demás.

¿Por qué ‘no puede’ ser procesado Baltasar Garzón? Porque en ese caso, aplicando una práctica inalterable y nunca incumplida, deberá dejar su puesto en la Audiencia Nacional hasta que el sumario correspondiente llegue a su término, en su caso con la condena o la absolución.

Como, una vez dictado auto de procesamiento, la decisión reglamentaria de deponer al magistrado corresponde al Consejo del Poder Judicial, el siguiente objetivo de las baterías prisaicas está siendo el CGPJ. Con un propósito: que, si hubiera procesamiento, no se atrevan a apear a Baltasar Garzón de su juzgado. Ya se han escrito algunos artículos pidiendo tal excepción. Que no falte de nada.

¿Y por qué preocupa tanto descabalgarle de su juzgado? ¿Es acaso por consideración a su persona, o tal vez a la ejecutoria pública y los servicios prestados? ¿Se deberá a que –como tantas veces se ha escrito- hay miedo a lo que sabe y puede contar? ¿Se están pagando viejos favores? Quizá haya algo de todo eso. Pero lo que resulta más palmario, lo sustancial, es que detrás aparece el famoso “caso Faisán”, también llamado del “chivatazo policial”: el aviso a los jefes de la red de extorsión de ETA para impedir que la Policía les detuviera.

Si Garzón tiene que dejar la Audiencia Nacional por mor de un procesamiento, ese famoso asunto, que ahora sigue congelado en el frigorífico de su juzgado, caerá en manos de otro juez, que se aplicará a realizar su trabajo y continuará adelante en serio, a fondo, con las investigaciones. Y se ha desatado un pánico cerval a las consecuencias que pueden sobrevenir.

 

Desde el Partido Popular, el ‘caso Faisán’ se ve como el ‘caso GAL bis’, y van a aplicarle el mismo tratamiento. No hace falta recordar cómo acabó aquello: con la cúpula de Interior en la cárcel, empezando por el propio ministro. Y el famoso ‘míster X’ se salvó por los pelos. Eso es lo que se está jugando, y explica la crueldad de la batalla y que ya no existan demasiados miramientos.

El combate empieza a ser cruento también mediáticamente, porque ya han entrado en liza otros medios por el bando contrario al de El País, singularmente El Mundo. El diario de Pedro J. ha fijado su primera diana en el magistrado Gómez Benítez, miembro del Consejo del Poder Judicial a propuesta del PSOE, amigo de Garzón, pero sobre todo uno de los negociadores con ETA durante la pasada tregua. Él protagonizó el primer aldabonazo en la descalificación del CGPJ hablando de “mercadeo” en los nombramientos, y acusando a su propia correligionaria, Margarita Robles, que se ha convertido en otro de los destinos preferidos de la campaña de Prisa.

Lo que tal vez no han medido bien los diseñadores y ejecutores de la campaña ‘salvar a Garzón’, y salvar con él a los enfangados en el famoso ‘chivatazo a ETA’, es que empiezan a conseguir el efecto contrario. Resulta tan continuada, obsesiva y hasta burda la campaña contra jueces, Supremo y CGPJ, que se está cociendo una reacción precisamente en el otro sentido. Pero eso lo comprobaremos en las próximas semanas.

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