Importante valor sintomático del informe PISA

Con motivo del último informe Pisa (Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos de la OCDE), menudean de nuevo los artículos que hablan sobre el mal estado de nuestro sistema educativo. Algunos se atreven a teorizar sobre un fracaso sólo parcial, pero muchos otros llegan a pedir responsabilidades y un drástico cambio de rumbo, lejos de ideologizaciones.

Hoy me permitirán que sea muy conciso y concreto, ya que me han llamado la atención especialmente los análisis que descubren:

1) Que es el entorno familiar la clave del rendimiento de los estudiantes.   

2) Que son mejores los resultados de la escuela concertada, con menos profesores por alumno y con la mitad de coste para el Estado que los centros públicos.    

3) Que el ideal de excelencia, en cualquier tipo de centro educativo, evita a todos enfrentamientos y angustias, favoreciendo el clima escolar.   

4) Que no es tanta la equidad de la que algunos presumen, pues tener un 36 % de repetidores en 4º de ESO es muy negativo.   

5) Que el porvenir de todos -laboral, económico, ético...- nos lo están hipotecando a fuerza de mediocridad.   

6) Que las nuevas tecnologías no son la panacea y han de ir acompañadas de formación y sentido común.   

7) Que poner el acento en lo ideológico y no en la calidad educativa nos lleva a perder energías y a dispersar esfuerzos.  

 

8) Que, desgraciadamente, se confirma la mala fama internacional que ya teníamos en materia educativa.

Podríamos seguir cada uno de nosotros explicando nuestra propia experiencia, a pie de pizarra, a pie de calle, o a pie de familia. Sea como sea, todo el mundo sabe ya que haber desterrado el mérito y el esfuerzo de la educación ha sido desastroso, además de las penosas consecuencias de los "progresistas" experimentos, tan cuestionables ayer y hoy. Y es que la cosa tiene sus inicios hace ya 30 años. Con un Secretario de Estado de Educación -1986-1988-, Alfredo Pérez Rubalcaba -¿les suena?-, que substituyó el año 1992 a Javier Solana en el Ministerio de Educación socialista.

Creo que desde entonces estamos en estado de alarma educativa, sin que desde la política se solucione nada en realidad. Somos padres, profesores y alumnos los que capeamos el temporal lo mejor posible, siempre a contrapelo.

Pero miremos al futuro: ¿Para cuándo incidir en una exigente educación de calidad, que pasa por una atención a la formación en virtudes y valores, primero en la familia y después, de acuerdo con ésta, en la escuela? Y ¿para cuándo la mejor y mayor preparación y reconocimiento -social y económico- de los profesionales de la educación?

Además, ya lo he dicho más veces, pero creo que es básico: Padres, educadores, instituciones, medios de comunicación y la sociedad entera, hemos de facilitar un ambiente en el que ya los más pequeños puedan iniciarse y crecer en valores éticos, estéticos y morales. Hemos de intentar ser conscientes y responsables, tomar criterio, evitando cierta apatía y relativismo ambientales.

Sí, padres y profesores hemos de intentar despertar a nuestros hijos y alumnos de su inconsciencia y superficialidad, de sus prejuicios, caprichos y perezas. Hemos de aprender a preguntarles, para poder llevarlos a un profundo examen de sus motivaciones, convicciones y acciones. Y para ello es necesario luchar por poner en práctica aquello que les decimos. Eso es lo primero para superar estos importantes síntomas que el PISA nos muestra sobre la educación en España.

Me atrevo a concluir diciendo que sin libertad de educación no puede construirse ninguna libertad. Pues, para asegurar el futuro de nuestro país, deberían quedar lejos de puestos de responsabilidad quienes sean enemigos de aquella. Y está claro que una mejor formación nos hace más libres.

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