El derecho a vivir está por encima de partidismos

Tengo buenos amigos en las filas socialistas y por conversaciones recientes he visto que muchos ciudadanos se lo van a pensar dos veces antes de votar una opción política que promueve una ley del aborto tan inhumana, cuando, además, en ningún momento apareció en su programa electoral.

Incluso parece que algunos socialistas pueden tener la valentía de saltarse la disciplina de partido, para que no se apruebe en el Parlamento una ley que convierte el útero materno en un campo de exterminio.

También es cierto que no hay más sordo que el que no quiere oír, por eso tenemos algunos gobernantes que niegan la verdad de las cosas y no defienden ni la vida ni la dignidad. Si las defendieran, procurarían por todos los medios lícitos a su alcance que las leyes no permitan la muerte violenta de seres inocentes e indefensos.

No desvivirse por la salud del recién concebido y de su madre, no facilitarles lo mejor, dice muy poco de la grandeza de la vida de quienes quieren imponer una ley injusta. ¿Qué cosa buena van a poder hacer por los demás quienes no son capaces de defender y respetar el principal derecho humano que es la vida? ¿Qué nobles responsabilidades, qué estudios, que brillantes trabajos harán, o ideales tendrán, que puedan devolver la vida al niño muerto?

Si el vientre de las madres fuera transparente, muchos verían la cuestión del aborto de otra manera. Y es preciso que así sea, pues tenemos en nuestro país una media de más de 300 abortos diarios, que casi ya duplican a los de hace 10 años, con un seguro aumento si es que se promulga esta Ley.

Y si alguien se fijase sólo en la eficacia socio-económica de esta ley del aborto, sepan que serán más de 60 millones de euros a pagar anualmente de nuestros impuestos. Sí, amigos, sí, es que se quiere imponer como prestación pública y gratuita. Y, claro, después ya se concertarán acuerdos con algunas clínicas, tan “experimentadas” durante estos años.

Por otra parte, todo el mundo sabe que seleccionar la vida humana, “este sí nace y este no nace”, es un atentado contra la humanidad, además de violar los más básicos derechos que tienen todas las personas.

¿No les parece a ustedes que ningún derecho básico como es la vida puede estar sujeto a la voluntad arbitraria de nadie? ¿Alguien ignora la gran diferencia que hay entre los derechos auténticos y las reivindicaciones subjetivas que a cada uno se le puedan ocurrir?

¿Qué hacer, entonces? Pues, por ejemplo:

 

-- Decir alto y claro que no todo depende de facilitar el aborto y la contracepción, ni de centrar la educación sexual sólo en métodos y técnicas de «sexo seguro».

-- Recordar a nuestros adolescentes y jóvenes que sus comportamientos tienen consecuencias muy importantes y que la sexualidad no es simplemente un rato de diversión en fin de semana.

-- Ser conscientes, todos, de que la sexualidad es la expresión corporal más profunda de la capacidad de amar, por ello la relación de maternidad y paternidad va más allá del acto de procreación, tiene un altísimo significado afectivo.

En todo caso, si hay gentes todavía en estado dubitativo, convengamos en que el beneficio de la duda debería recaer en aquella opción que minimice costes de todo tipo y que defienda al más desvalido: Esta opción es, sin duda, atender a la nueva madre y al bebé que nacerá.

Pues venga, basta ya de silenciar en los medios de comunicación las muchas alternativas que existen al aborto y las graves consecuencias del mismo para la mujer. Es una locura hablar del aborto como un derecho o un medio de salud reproductiva, lo diga quien lo diga.

Y les puedo asegurar que hay gente muy cuerda que tiene clarísimo que esta cuestión es prioritaria y excede en mucho a la lógica partidista, pues no se puede reconocer ningún derecho inhumano.

Por todo ello, el 17 de octubre en Madrid, gentes de todos los colores –también socialistas- se reunirán para defender la vida. Sinceramente, creo que vale la pena estar, porque el aborto es el problema, no la solución.

Comentarios