Balones a la olla

Pedro Sánchez, que anda loquito por ser presidente del Gobierno, quiere meter el gol de la investidura como sea y ha decidido, en los últimos minutos, comenzar a mandar balones a la olla para ver si en una melé consigue que el balón entre.

Y los balones llegan desde lejos o desde cerca, de una y otra banda y hasta hay quien quiere jugar con varios a la vez.

Las cuentas no salen y se hacen sumas y más sumas.

Se firman pactos en despachos contiguos pero con gentes diversas.

Afloran propuestas inadmisibles que los que las hacen saben de antemano que no pueden ser aceptadas.

No hay acuerdos ni siquiera sobre fechas y hasta se discuten los horarios de las votaciones.

Circulan y se hacen interpretaciones diversas de acuerdos firmados y hasta de palabras concretas.

Se pretenden suicidios políticos y renuncias que parecen un harakiri en toda regla.

Y, a todo esto, los españoles no es que no sepamos a qué carta quedarnos, es que ni tan siquiera sabemos si hay baraja.

 

Pedro Sánchez se agarra como un desesperado al follón, al lío y a la escasez semántica de una consulta que anunció como el no va más de la democracia interna de un partido y, por mucho que se quieran maquillar las cifras, desde un punto de vista cualitativo, ha sido uno de los mayores fiascos que se conozca en las acciones de una formación política.

En una melé continua, con una táctica de balones a la olla, el resultado es imprevisible y desde la prórroga, hasta el gol en el último minuto, pasando por la suspensión del partido, puede ocurrir cualquier cosa.

Lo peor de todo es que, en este partido, el que pierde es el público.

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