Y Blanco montó el ‘chiringuito’ en la Carrera de San Jerónimo mientras Rajoy continúa en la procesión del silencio.

No se sabe muy bien qué hace el diputado por Lugo José Blanco ocupando un despacho en la sede del Congreso de los Diputados cuando aún no se ha constituido la cámara. Se supone que las negociaciones que está llevando a cabo, en su calidad de secretario de organización del Partido Socialista, con el resto de los partidos, debería hacerlas en su despacho de la calle Ferraz o en cualquier otro sitio. Pues no, usufructúa el despacho del ex Diego López Garrido y allí se retrata en todos los telediarios sonriendo a sus interlocutores.

Tiene un mostrador con lo que ofrece: puestos en las mesas y en las comisiones, grupos parlamentarios y quién sabe qué artículos de qué estatutos de autonomía. Su mercancía no la vende por dinero sino que emplea el sistema medieval del trueque: Tú me votas a Bono y yo te siento en la presidencia de una comisión. Me votas a Bono y tienes grupo parlamentario. Me votas a Bono y  te aseguro una secretaría en la Mesa y además no sabes lo ‘engrasado’ que va a quedar lo del estatuto,…

Así las cosas, desfilan los representantes de Convergencia, los del Partido Nacionalista Vasco, Gaspar Llamazares y hasta Rosa Díez. El último en entrar en la tienda de Blanco ha sido Zaplana que, aunque está también de ex, de momento es el único que habla en el Partido Popular.

Poe ahora, el trueque va de Bono en la presidencia del Congreso. Lo que pasa es que al manchego le ha dado por hacer publicidad gratuita de las páginas amarillas y a Erkoreka por hacer propaganda de las corridas de la feria de Bilbao, y al final el que va a triunfar en el Congreso de los Diputados va a ser Florito, el aplaudido mayoral de Las Ventas. Cosas.

Pero cosas que no le están facilitando nada las cosas –valga la redundancia- a José Blanco. Y Zaplana,  molestando y despidiéndose con un no a casi todo lo que le propone el lucense. Claro que hay propuestas y propuestas.

Blanco se ha agarrado, en primer lugar, a las palabras de Rajoy cuando en plena campaña electoral dijo que si ganaba, pediría al PSOE que se abstuviera en la votación de investidura. No dijo que el PP se abstendría en la investidura de Rodríguez Zapatero, ni mucho menos lo prometió. Además, quiere Blanco que los populares cedan puestos a los nacionalistas que les han negado el pan y la sal en la anterior legislatura. Y Zaplana dice que ‘encima, poner la cama’ es un poco fuerte.

Pero Blanco tiende la trampa y ya está haciendo quedar a la derecha como intransigente y nada cooperadora para el bien. El bien del PSOE, se entiende.

Si a todo eso le añadimos la bondad genética que mostró Rodríguez Zapatero en la reunión con sus parlamentarios, cuando dijo que el sufrimiento provocado por le terrorismo nos uniría y que el diálogo iba a ser el eje de esta legislatura y que nada de confrontación y que lo de Sarkozy y la Bruni en plan arrumacos era una pelea continua comparado con lo que él preparaba para esta nueva etapa de gobierno, pues a uno –si se lo creyera- se le saltarían las lágrimas.

Y, entre lágrimas de algunos, prepara Zapatero el nuevo Gobierno, que ya se dice que durará hasta 2010, en espera de la presidencia europea, presidencia con la que está encantado Diego López Garrido.

 

¿Y Rajoy? Pues no está, pero sí se le espera. A muchos en Génova se les está haciendo larguísima la semana santa, y no digamos nada la semana de pasión, si por semana de pasión entendemos la de las elecciones. El jefe ha decidido prolongar el silencio cuaresmal y estamos en plena semana de pascua sin un aleluya que llevarse a los nombramientos. Y Pío García Escudero y Soraya Sáenz de Santamaría, y hasta Manuel Pizarro, practicando aquello de ‘paciencia y barajar’.

Paciencia para la economía. Ya dijo Solbes que a finales de marzo todo se arreglaba. La verdad es que no dijo de qué año, aunque todos pensaran que sería en este que vivimos. Pero no. Hay que tener paciencia y no perder los nervios, que luego pasa lo que pasa.

Y lo mejor en estos casos, siguiendo el ejemplo de Bono, es no decir ni ‘muuu’.

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