Y Carolina tiró la toalla

No son pocos los que se malician que los follones de Podemos y los combates, ‘tuiteros’ o no ‘tuiteros, de Errejón e Iglesias, son pura escenografía. Pudiera ser que, a falta de algo con más sustancia política e ideológica, vengan montando el numerito de las desavenencias para que Vistalegre II tenga, al menos la misma publicidad que aquella ‘oportunidad’ que, en esa plaza, convirtió a Palomo Linares en figura del toreo.

Y si se sospecha que -posiblemente, tal vez, a lo mejor o quizás- las peleas entre los susodichos son pura filfa, también se puede sospechar que- tal vez, a lo mejor, quizás o posiblemente- la dimisión de Carolina Bescansa  también lo es.

Pero en cualquier caso, sea verdad o sea un cuento para llegar a su gran reunión con la mayor expectación posible, lo cierto es que no es una pelea de planteamientos organizativos, ni de ideologías, ni de funcionamiento interno, ni de superestructuras (que diría Echenique). Pura y simplemente, es una batalla por el poder.

Puede parecer infantil -e incluso una lucha de las de antes para ser delegado de facultad- pero la ambición personal de cada uno está a la vista y, aun suponiendo que se llegara a un acuerdo y que todo ha sido una farsa, esa pelea, ya  una auténtica realidad, volvería más tarde o más temprano a la superficie.

Ahora, el turno ha sido para Bescansa que ha hecho unas declaraciones lacrimógenas para justificar su dimisión y la decisión de no apuntarse en lista alguna.

Para ninguna formación política son buenas las huidas de dirigentes y el vacío que dejan. Para Podemos es igual -no hay ninguna diferencia entre los que se van y los que se quedan- ya que son ‘tal para cual’.

Pero para los ciudadanos corrientes esa huida es más penosa porque , si ni siquiera Carolina Bescansa los aguanta, ¿por qué los tenemos que aguantar nosotros?

 
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