Comienza la Liga: vuelven los árbitros

Era inevitable. Se venía venir. Tenía que ocurrir. Ha ocurrido. Ya está aquí la Liga de fútbol y con la Liga los árbitros. Los árbitros, los auxiliares y esa figura entrañable del cuarto árbitro que es como el hijo que todas las madres quisieran tener. Son los que se llaman los colegiados, los jueces, los señores de luto —que decían los castizos-. Lo de colegiados, continúa, lo de jueces tirando a cada vez menos y ya ni siquiera van de luto porque se colocan unos colores estrafalarios que no imponen ningún respeto. Vuelve la Liga, vuelven los árbitros y ya están aquí los errores humanos, la imposibilidad de juzgar en una fracción de segundo, los escándalos, las agresiones y demás parafernalia que acompaña a la actuación de estos señores que no son profesionales pero que se embolsan sus buenos euros cada domingo por pitar de forma equivocada en la inmensa mayoría de los casos. Una plaga bíblica que se cierne sobre los campos de fútbol de toda España. Y ellos siguen adelante gozando de total impunidad sobre todo en los campos de las grandes capitales. “Ahí es muy fácil arbitrar -decía un juez de primera división- chillan e insultan pero no pasa nada. Haces lo que te da la gana. Lo difícil es arbitrar en pueblos donde te persiguen hasta el límite de la provincia por un “quítame allá un fuera de juego”. Eso si es heroico. Lo otro no, lo otro es hasta divertido. Pitar un penalti en Madrid, en Barcelona, en Valencia, en Sevilla, en Bilbao o en La Coruña en contra del equipo de casa hasta da risa. Ves como se pone el graderío que parecen fieras enjauladas, pero no pasa nada. Y cuando acabas y pitas el final te colocan eso del túnel de plástico y tan ricamente a la ducha como un señor”. Una temporada más a escuchar y leer en las crónicas que lo peor de todo fue el arbitraje y a ver domingo tras domingo en la televisión los errores monumentales de unos señores que están llamados sólo a eso, a arbitrar, a juzgar una jugada, claro está, en una décima de segundo. ¿Que no es fácil? Ya se supone, pero hay múltiples actividades que no son fáciles y si los que las realizan lo hacen mal, corren el peligro de verse en la calle. Los árbitros no, los árbitros son impunes y además criticarles -por supuesto de buenas formas- está prácticamente tipificado en el código penal. Pues ya están aquí. Con sus pitos, sus banderas, sus cronómetros e inevitablemente con sus fallos garrafales.

 
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