Dicen que no son tristes las despedidas…

Eso, al menos, decía el poeta. Uno recordaba el verso de su infancia cuando veía el debate sobre el estado de la nación los dos últimos días y los abrazos y los besos que recibía un Rodríguez Zapatero emocionado.

Habrá despedidas que no sean tristes; las habrá que son tristes para unos y alegres para otros y las habrá que sean alegres para todos.

La del -todavía- presidente del Gobierno participa de todas las características señaladas. Es triste para algunos, alegre para otros y será, sin duda, beneficiosa para todos los españoles.

Pero lo que ocurre es que el que alguien se despida no quiere decir que se vaya. También lo dice la canción: ‘porque estás que te vas, que te vas y no te has ido…’

¿Quién no ha tenido una visita de esas que se despide durante tres cuartos de hora y que permanece hasta con la puerta del ascensor abierta y sigue parloteando? Vamos, que no se va nunca.

Y está la despedida del orador que dice aquello de ‘y para terminar…’ y sigue hablando durante 40 minutos ante la desesperación de sus oyentes.

La despedida de Rodríguez Zapatero también reúne todas esas circunstancias. Es el rey del gerundio del verbo ir, ‘yendo’. Se está yendo desde hace tiempo, pero no acaba de rematar y tiene en un ¡ay! a todo el Partido Socialista, a la oposición y sobre todo a Pérez Rubalcaba que ya se plantea marcharse él, del Gobierno. En cualquier caso una despedida patética que Rodríguez Zapatero debería ahorrarnos a todos empezando por él mismo.

Antiguamente, por ejemplo en el turno que se inventaron Sagasta y Cánovas, a los políticos se les despedía con un banquete en Lhardy, que ya me dirán ustedes si no es mejor y más productivo que el debate que nos endilgó el señor Bono.

La prueba del patetismo o de la inanición política está en lo que fue el debate. No se conocía en los debates de la democracia española algo tan vacío, tan absurdo y, sobre todo, tan inútil. Entre desganas, despedidas, perspectivas, futuros inciertos y cargos atisbados por unos y entrevistos por otros, aquello resultó un bodrio de primera categoría. Todo eso demuestra que el ciclo político está más que terminado y que es urgente una toma de decisión. Y como esa decisión no puede ser otra que la convocatoria de elecciones, Rodríguez Zapatero se despidió.

 

Pero como las visitas pesadas sigue en el descansillo de la escalera, con el ascensor abierto sin decidirse a tomarlo.

Vamos, que es un ‘pesao’.

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