ETA: de la euforia a la sospecha, con elecciones generales anticipadas y el “Estatut” al fondo

Los dos comunicados de ETA son perfectamente coherentes y dejan muy clara cuál es la estrategia y el propósito de la banda terrorista. Por lo pronto, ETA ha ganado la batalla de marcar la agenda de la política española. El giro se ha dado, las cosas han comenzado a cambiar, Rajoy y Zapatero se han estrechado las manos cuándo, cómo y en el momento que ETA ha decidido.   Esa fue la gran baza que Aznar les quitó de las manos a los terroristas. Independientemente de otros motivos, los acorraló porque fue él quien marcó los tiempos y quien, en un tanto por ciento elevado de las acciones, llevó la iniciativa.   Ahora, ETA juega con las traducciones de los comunicados. Entre el francés, el euskera y el español hay diferencias, y ya se habla de matices.   Por eso extraña el afán de Rubalcaba porque los políticos sonrían y estén felices desde por la mañana. Extraña el interés de Duran i Lleida por demostrarnos que la aprobación del “Estatut” ha sido decisiva para que ETA decretara la tregua. Extraña que Carod diga que el primer paso lo dio él en Perpiñán y extraña la manía de las gentes del PSOE de meternos en la cabeza que el “Estatut” no tiene nada que ver.   No es extraño, sin embargo, que Rodríguez Zapatero intente capitalizar el “invento” y hasta se haga aplaudir emocionado por sus colegas europeos. Claro que Merkel y Berlusconi han echado agua al vino de las alegrías excesivas.   Así las cosas, la palabra sospecha va a ir ganando terreno a la palabra euforia. En primer lugar, las treguas anteriores no han sido demasiado creíbles; en segundo lugar, la actual tiene muchas sombras; y en tercer lugar, nadie sabe si no estaremos ante dos “etas”.   En el Gobierno se temen –y con razón- que puede haber un doble juego pactado o que sus interlocutores, los de los países nórdicos, no tengan toda la autoridad en la banda. Cualquiera de las dos hipótesis es preocupante.   Y, al fondo, un Zapatero que –ya se dice- empieza a pasar las hojas del calendario electoral más deprisa que de costumbre. Es normal y haría bien el Partido Popular en contemplar la hipótesis del adelanto, para que no le pille con el paso cambiado, como le ha pillado la tregua al “donmarianorajoy” del miércoles por la mañana, tan distinto del “donmarianorajoy” del miércoles por la tarde. Distinto, a lo mejor, por la llamada de La Zarzuela.   El que no cambia es Carod Rovira. Da mucho que pensar eso de que se haga el “estrecho” y no vote a favor del “Estatut”, y salga eufórico para hacerse la foto de familia. No lo voto, pero estoy encantado, parece que dice por debajo del bigote. No lo voto pero ya he conseguido lo que quería. Voy de doncella mancillada pero no me salgo de la cama de quien me ofende. Pues vale. Por algo será.   Se dice en Cataluña que el líder independentista tiene que nadar y guardar la ropa. Nadar con sus bases y guardar la ropa de los pactos de gobierno. Un habilidoso este Carod Rovira.   La política catalana se enreda y si el “Estatut” ha favorecido la tregua de ETA – aunque lo nieguen los socialistas- puede ocurrir que la tregua de ETA no favorezca los planes que, en Cataluña, tenía el Presidente del Gobierno. La operación Maragall y el cambio de cromos por Mas, es posible que tenga que replantearse a la vista del “galleo” de Carod recordando Perpiñán y, entonces, Mas se pondrá de morros y Maragall jugará con los plazos electorales.   Y, para cerrar el cuadro de una semana agitada, los Ministros de Defensa y de Justicia tienen que llamar al orden al fiscal general. Y es lo que se dice por ahí: “Cándido, deja tranquilos a los fiscales y a los jueces, que ya tienen bastante con lo que tienen”.   José Blanco baraja todas las posibilidades pero dicen sus “amigos” -y en Ferraz tiene unos cuantos- que se está haciendo un lío.   Toledo ya tiene cardenal y Fernández de la Vega sigue queriendo un trocito de sombra vaticana. Lo que pasa es que Bono y Vázquez le pueden mover las ramas y quedarse a la intemperie.   En el Manzanares vuelan las botellas de güisqui y es como si alguna gota hubiera caído en la boca del árbitro. Lo dicho: son muy malos arbitrando y un día vamos a tener un disgusto.

 
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