Elecciones súbito. Bermejo arma bronca e Ibarra, de morros con Chaves. La sangre no llegará al Guadalquivir

Por favor, señor Zapatero, elecciones ya, también las generales, pero no por nada sino para que los españoles descansemos un poco de ustedes, los políticos. Aproveche la encuesta del CIS y ¡hala! a las urnas cuanto antes.

La que nos espera. Esto no hay cuerpo que lo aguante. O se adelantan las elecciones –elecciones subito- o las farmacias no van a dar abasto. Hemos entrado en la vorágine de la campaña, o de la pre-campaña que es lo mismo, y no ganamos para sustos.

Lo de la bronca del miércoles en el Congreso de los Diputados no es más que una consecuencia de la campaña electoral. Parece evidente que el flamante Ministro de Justicia ha sido nombrado para provocar el follón y para que el Partido Popular –que siempre entra al trapo- siente plaza de intolerante y troglodita. Si non e vero, e ben trovatto. Y que conste que esto no es ninguna alusión a la “desgracia” de Prodi tras su entrevista con Rodríguez Zapatero.

La semana entra en harina. El Presidente del Gobierno sigue –impasible el ademán- y proclama a los cuatro vientos que “tiene intacta su disposición” y que seguirá el proceso “si desaparece la violencia”. Lo que a estas alturas parece que ha desaparecido es la más mínima coherencia de lo que Rodríguez Zapatero entiende por violencia. El caso es que el proceso sigue, más secreto que nunca, en paralelo con el juicio del 11-M y con la violencia clara y evidente en el País Vasco.

Son demasiadas cosas como para que ninguna esté presente en la campaña electoral. Y ahí tenemos la verbena que, entre unos y otros, montaron en la sesión parlamentaria de control al Gobierno, que aquello parecía el Duelo en el ok Corral. El Ministro de Justicia pone la yesca y algunos diputados -y diputadas- del Partido Popular el combustible, y ya estamos como “todos los domingos”: con la gresca armada.

Parece que el nuevo ministro ha tomado el relevo de la Vicepresidenta, que ya sólo tiene que poner cara seria y discurso cortante, y cortado, en la referencia del Consejo de Ministros de los viernes.

Y para templar las cosas, Ibarra vuelve por sus fueros y “reaparece” en plena forma, y se va en corto y por derecho a por el Estatuto Andaluz –la niña de los ojos de Chaves- que se dispone a defender la “integridad” de su amada con uñas y dientes, y la batalla del Guadalete va a quedarse en una especie de juego de los barquitos comparada con la que se va a armar en el Guadalquivir y en la frontera andaluz-extremeña. En una de esta tenemos a la Virgen de Guadalupe y a la del Rocío sin dirigirse la palabra.

Bueno, pues ya verán ustedes cómo no. Vamos, que no pasa nada, que ni recursos de inconstitucionalidad ni nada de nada. Seguro que al Estatuto andaluz, al catalán, al gallego, al valenciano o al que sea, “ni reñirles”, que ahora que se acercan las Fallas todo son fuegos electorales y, por lo tanto, artificiales de cara a las elecciones.

Dicen que en el Partido Popular va a haber cambios porque los barones se están hartando del mangoneo de Génova. Ahora que tienen que dar la cara en sus respectivas “baronías” autonómicas no es de extrañar que reivindiquen su lugar al sol. Pero aquí parece ser que el que reparte sombrillas, cremas protectoras y solariums es Rajoy, que sigue sin decir esta boca es mía. O no.

 

En cualquier caso, la encuesta del CIS -que vaya usted a saber- no es muy clarificadora ni de mensajes, ni de líderes, porque para decirnos que hay ministros ¿o son ministras? que no son de recibo para la ciudadanía no hacían falta las alforjas sociológicas del afamado instituto de opinión.

El vino se le avinagra a la Ministra del ramo, el AVE se para y, por si éramos pocos, pare Simancas, que amenaza a los madrileños con ir a su casa a contarles su vida –política, se entiende- en plan confidencial, que igual llega a una casa y estropea la “play” de los niños, y luego a ver quién se la arregla.

Señor Simancas, no se esfuerce, que lo mejor es aquello de “cada uno en su casa y Dios –con perdón- en la de todos”.

Lo que pasa es que los periodos electorales o pre-electorales son muy traicioneros.

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