Elecciones plebiscitarias

Como es de suponer que Artur Mas se va a quedar sin su referéndum, habrá que concluir que se agarrará al clavo ardiendo de las elecciones en 2014. Dentro de su lógica, otorga a esas elecciones el valor que tendría el referéndum y las llama plebiscitarias. Es decir: si los catalanes votan a partidos que ahora mismo predican el referéndum, estarán contestando sí a la hipotética pregunta del derecho a decidir, a la independencia o a lo de la doble nacionalidad y al lío que se formaría con Europa. Por la misma razón quienes en esas elecciones plebiscitarias voten a partidos que, en el momento de acudir a las urnas, no estén por la labor de la independencia, del derecho a decidir o a favor de irse de Europa con dos pasaportes en el bolsillo, querrá decir que han votado no.

Convertir unas elecciones parlamentarias, parlamento que después elige al presidente de la Generalitat en un referéndum y pensar que de ese resultado puede salir la aceptación o el rechazo de los catalanes a algo de tanta trascendencia como la posible separación de España, da muestras, una vez más, de la mente calenturienta de Mas y de quienes le apoyan. Simplemente con analizar las interpretaciones que, habitualmente, se hacen de los resultados electorales evidencia que se está rizando demasiado el rizo y que se está tensando demasiado la cuerda.

Si suponemos que todo transcurre tal y como lo describimos, sea cual sea el resultado, va a servir para poco. Unos se sentirán respaldados para seguir adelante con sus ideas independentistas y los otros pensarán que su idea de la unidad de España ha quedado reforzada, pero el problema no solamente no se habrá resuelto sino que se habrá agravado, por cuánto unos y otros se sentirán legitimados democráticamente por las urnas.

Aún se está a tiempo. Es evidente que la batalla dialéctica, la de las palabras y la de la opinión pública catalana, al menos la que se manifiesta, la ha ganado Artur Mas. Mariano Rajoy tiene que hacer algo más que contestar cartas y escudarse en la Constitución para intentar contrarrestar lo que vienen haciendo desde hace muchos años quienes quieren separarse de España. Porque desde las mismas aulas de las guarderías infantiles hasta las de la universidad, pasando por publicaciones, algaradas, manifestaciones, intentos más o menos parlamentarios y caldo de cultivo genérico, los independentistas ganan, o al menos se creen que ganan en Cataluña.

El resto de catalanes y los demás españoles con Rajoy al frente callan aunque no otorguen, permanecen en silencio como si ese silencio dijera algo. Hay silencios que hablan pero en este caso no solamente no dice nada sino que produce confusión.

La principal tarea de Mariano Rajoy es disipar neblinas y mostrar a los catalanes la realidad tal como es. Hay un cierto pudor en el Gobierno a pronunciar la palabra independencia y puesto que otros la emplean con descaro, no estaría de más que se tomaran cartas en el asunto, se desmontaran uno a uno los argumentos poco sólidos de quienes no hablan claramente a los catalanes, se pusieran encima de la mesa las consecuencia, todas las consecuencias, y se explicaran situaciones presentes y futuras.

No vale tanto encizañarse en las cuentas de Suiza o en porcentajes más menos grandes mientras la oleada secesionista sigue su curso y además lo sigue con éxito, al menos de cara a una cierta opinión pública.

 
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