Indiferencia política

El profesor Duverger afirma que hay dos razones fundamentales para poder afirmar que existe un desinterés de los ciudadanos por la vida política y -más concretamente- por unas elecciones: la abstención y la repetición de resultados.   En el primer caso los ciudadanos se alejan de las urnas y se inhiben de un proceso electoral, demostrando así su rechazo a una situación o a la clase política en general y –con independencia de lo que de censurable pueda tener esa postura- es evidente que tiene unas connotaciones claras y que constituye una expresión diáfana del sentir de cierto sector de la sociedad.   En el segundo caso los ciudadanos sufren –con toda probabilidad- los mismos síntomas de cansancio y decepción por una situación determinada o hacia una gestión política concreta, pero se expresan no reflexionando su voto y sin dar excesiva importancia a quién votan sino, pura y simplemente, votando a “los de siempre”.   La práctica totalidad de las encuestas que se están publicando de cara a los comicios de Cataluña arrojan un resultado significativamente parecido a la situación actual. Es de esperar que el Parlamento catalán sufra mínimas variaciones y que las opciones de gobierno pasen por coaliciones semejantes a las que se han dado en legislatura que ahora finaliza.   Apartado el Partido Popular -en el Salón del Tinell o en una notaría barcelonesa- un nuevo tripartito entre los socialistas de Montilla, la Esquerra de Carod Rovira y la Iniciativa de Joan Saura, es la posibilidad más barajada. La alianza nacionalista entre Carod Rovira y Artur Mas se antoja más problemática aunque no extrañaría a casi nadie, y una coalición Convergencia y Unió y Partido de los Socialistas Catalanes parece aún más lejana.   Lo único cierto es que la abstención apenas varía y que los mismos votos dirigidos a las mismas formaciones pueden ser un síntoma claro del cansancio de los catalanes por todo lo que ha ocurrido en los últimos tres años y por el desprestigio de la clase política de cualquier ideología y partido.   Si este análisis pudiera hacerse de las próximas elecciones generales habría que empezar a preocuparse por la salud de la democracia española, y no solamente en términos de partido sino en el ámbito de la política de estado.   El Partido Socialista y el Partido Popular se mueven entre una abstención creciente y una indiferencia que apenas acusa el trasvase de votos de una a otra formación según varíen mínimamente las circunstancias. Ambos están en la cifra de los diez millones de votos y cualquiera de ellos que se alzara con la victoria iba a gobernar hipotecado por los partidos periféricos.   Ninguna de las dos formaciones tiene -a su derecha el Partido Popular, ni a su izquierda los socialistas- formaciones con la fuerza suficiente como para poder gobernar sin los partidos nacionalistas.   Una situación complicada que, en una vida política normal, daría lugar a coaliciones que incluso enriquecerían la vida pública, pero que en las actuales circunstancias de crispación y polarización hacen la situación más que preocupante.

 
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