LOE: y ahora, ¿qué?

Pues ahora nada. Lo dijo el Secretario General del Ministerio de Educación. Afirmaba que dentro de un año, cuando todo esté funcionando, se verá que lo que se ha dicho son mentiras y que las cosas funcionan con la LOE. Es el mismo razonamiento que empleó el Presidente del Gobierno en el Senado a propósito del Estatuto de Cataluña. Rodríguez Zapatero amenazaba al Partido Popular y decía que cuando el Estatuto esté en marcha se verá que todo lo que ustedes dicen no es verdad, que España no se desmembra, que Cataluña no se independiza, etc, etc. Eso es un trágala muy claro. No va a pasar nada y las entrevistas que se anuncian con los organizadores de la manifesción sólo servirán como coartada. Nosotros queremos dialogar y la prueba es que los citamos en La Moncloa, son los otros los que no quieren cambiar sus posturas. La táctica de hablar de la Iglesia y del Partido Popular y hacerlos protagonistas de la manifestación también está muy vista. Es evidente que tanto el Partido Popular como la Iglesia Católica defienden intereses que la LOE perjudica. Está claro que el Partido Popular aprovecha la situación para desgastar al Gobierno y que la Iglesia defiende la asignatura de Religión. Hasta ahí todo es normal y tanto el partido político como la Iglesia están en su perfecto derecho de hacerlo. Pero la manifestación la protagonizaron cientos de miles de españoles. Detrás de la manifestación y de los manifestantes había algo mucho más profundo. Hay un malestar muy generalizado con un estado de cosas que está crispando la vida nacional, no sólo la vida política. Hay una Ley Orgánica de la Educación descabellada, hay un profesorado desmotivado, desmoralizado y asustado que no ve ninguna salida a su situación. Hay unas familias y unos padres que están, justificadamente, preocupados por lo que sus hijos aprenden y por el deterioro de la calidad de los planes de estudio y hay, en defenitiva, una sociedad que rechaza una forma de gobernar. Reducir eso a un partido político o a los obispos es un reduccionismo que, además de ser falso, confunde la realidad. Mal va un Gobierno que no escucha a los ciudadanos, que se empecina en sus errores y que los camufla con asuntos partidistas o con los ataques a la Iglesia. El Partido Socialista es el mismo que esgrimió el argumento de la calle para oponerse a la guerra de Irak y desgastar al Gobierno del Partido Popular. Muy bien, estaban en su derecho. Decían entonces que la calle "mandaba" por encima de las urnas. ¿Y ahora? Es la ley del embudo. Un embudo por cuyo lado estrecho vamos a pasar los españoles pura y simplemente porque el Gobierno no va a hacer ningún caso de la manifestación, igual que no ha hecho ningún caso de las anteriores movilizaciones. Un Gobierno con la calle en contra -y este la tiene, lo quiera ver o no- es un Gobierno abocado al cambio. Y ese cambio puede venir por las urnas o porque desde dentro se considere la situación del propio partido en el Gobierno lo suficientemente deteriorada. Que nadie se confunda. ¿Que la Iglesia defiende sus planteamientos? Naturalemente. ¿Que el Partido Popular defiende sus intereses y aprovecha las ocasiones para desgastar al partido en el Gobierno? Lógico y normal. Pero esas dos posturas no significan que la masiva manifestación del pasado sábado sea sólo eso. Es la calle. Es una parte muy importante de los ciudadanos españoles que le dice al Gobierno en lo que no está de acuerdo. Y van cinco.

 
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