Primera plana

Una gran película de periodistas, dirigida por Billy Wilder y protagonizada por Jack Lemmon y Walter Matthau. Una película de periodistas y de periodistas de sucesos. Algo así como los periodistas españoles de ‘Nacional’ que en estas fechas preelectorales están dedicados única y exclusivamente a informar sobre sucesos. Entiéndase por sucesos querellas, imputaciones, presuntos delitos, cohechos, ambiente judicial, abogados, acusaciones…

Estar estos días informado sobre lo que los políticos, todos los políticos, tienen que decirnos a los presuntos –aquí también hay que ser presuntos- votantes es tragarse una auténtica página de sucesos.

Imputados que van en listas electorales; presuntos etarras que también se presentan o se quieren presentar; familias enteras que son objeto de acusaciones nada veladas; acusaciones de delitos, siempre presuntos, que se cruzan desde un partido a otro; amenazas de querellas etc, etc. O sea, que los periodistas encargados de la información nacional pueden pasarse más tiempo entre abogados y en los juzgados que en los parlamentos nacional, regionales o en las sedes de los plenos de los ayuntamientos.

Ese es, desgraciadamente, el panorama de la política española actual. Y, en medio, unos ciudadanos desconcertados como muestra la intención de voto que publican las encuestas. Desconcierto, malestar y vergüenza ajena. Y al final votar al mal menor, hablar del voto útil y hasta pronunciar eso de que hay que votar ‘tapándose la nariz’.

Nadie puede echar en cara nada a nadie. Todos tienen que tapar y que ocultar, y todos cometen el error de tapar y encubrir, sonreír en los mítines, acusar a los otros y tirar ‘p´alante’ como sea.

Muchas son las voces que se alzan pidiendo el cambio en la Ley electoral. La mayoría de esas peticiones vienen dadas por la ley D´Hont, que dicen que prima a las mayorías y que es la culpable del bipartidismo real que sufrimos. Pero no estaría de más que se pensara en endurecer las condiciones para presentarse como candidato en una lista y que ese endurecimiento pasara por prohibírselo a alguien sobre quien recayera la más mínima sospecha de falta de honradez personal y política.

Sería más higiénico y todos saldríamos ganando.

 
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