Resaca de Jalogüín

El ‘jalogüín’ me parece una de las grandes estupideces que nos ha traído la modernidad y eso de las tradiciones que tienen tres o cuatro años. Estamos llenos de tradiciones de antesdeayer y para las nuevas generaciones, que piensan que la historia ha empezado todo lo más con la caída del muro de Berlín, las tradiciones de más de una semana ya son algo de toda la vida y más si viene del extranjero. Ya es mala suerte que con la de cosas imitables que tienen los Estados Unidos, nos hayamos quedado con el ‘jalogüín’. Ni el cine, ni los rascacielos, ni la Gran Manzana, ni el Gran Cañón del Colorado, ni el tecnológico de cualquier estado, ni siquiera una buena hamburguesa. No, lo nuestro es el ‘jalogüín.

Pero lo cierto es que, con independencia de la estupidez de los disfraces, de las gamberradas de los huevos –en sentido literal y sin ánimo de ofender- y del seguimiento borreguil en guarderías y colegios, poco más hay que decir.

Pero las estupideces siempre tienen su resaca y el ‘jalogüín’ no iba a ser menos. Este año ha coincidido con otra estupidez. Esta vez no ha venido de los Estados Unidos sino de Europa. Y allí, la estupidez del mes ha sido la decisión de retirar los Crucifijos de las aulas.

La cosa es que portavoces de altas instancias han dado en la idea de combatir la decisión de los tontos de Estrasburgo comparando Crucifijos y calabazas. ‘Retiran los Crucifijos y nos dejan las calabazas’. Mala, muy mala comparación y mala defensa.

En primer lugar la calabaza no es un símbolo de nada y en segundo lugar el Crucifijo es mucho más que un símbolo. Desafortunada ocurrencia han tenido quienes han metido en el mismo saco calabazas y Crucifijos. Por definición el Crucifijo no necesita defensa, ni siquiera como símbolo.

Pero hablábamos de la estupidez del ‘jalagüín’. Quienes no creen en el más allá celebran la noche de los muertos vivientes. Estúpido. Quienes huyen de la muerte despavoridos y se niegan a hablar de esa realidad, disfrazan a sus hijos de esqueletos. Estúpido. Quienes no admiten realidades que no palpan, juegan con la sangre de tomate de vampiros de pega. Estúpido.

Y así ocurre que, en colegios que se niegan a celebrar la Navidad con un Belén, montan el ‘jalogüín’ con creciente interés y en guarderías en las que ‘Pocoyó’ ocupa el lugar de un sonriente Niño Jesús, enseñan a los pequeños a intentar volar con una capa de plástico negro y les colocan, a modo de ortodoncia barata colmillos manchados de pintura roja.

Es la modernidad y la tradición, pero hay a quienes no nos gusta ver a nuestros niños con un murciélago pintado en la frente y preferimos vestirlos de pastorcitos o convertirlos en ovejas de un Belén viviente y hasta nos parecen más guapos aunque sea disfrazados de cabra de la Legión.

 
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