Pero… ¿hubo alguna vez once mil vírgenes?

Seguramente, don Enrique Jardiel Poncela usaría el título que dio a alguna de sus obras, si viviera y si se le encargara un trabajo que sirviera para retratar la situación actual de nuestra política y de nuestros políticos.

Las ilusiones que algunos ponen en la virginidad política, económica y ‘chanchullera’ de personas y grupos que se nos aparecen en la vida pública, se desvanece por momentos a golpe de investigación, de titular periodístico y de presuntas -siempre presuntas- acciones que no son, o al menos no parecen, tan virginales.

Las modalidades son muchas y muy variadas, porque las mentes de los presuntos son prolíficas en fondo y en forma.

Ya sea con apariencias de tarjetas oscuritas, de contabilidades ‘en b’, de blanqueos playeros, de quiebros al cumplimiento de las sentencias, de excursiones afectivas, de investigaciones universitarias o de acciones y entidades presididas –esta vez sí- por un presunto ‘sin ánimo de lucro, nos despertamos cada mañana con algún político desflorado o con un partido mancillado en su inocencia.

Habrá que pensar que –para nuestra desgracia- nunca encontraremos, no ya once mil, sino tan siquiera un puñadito de vocacionales del servicio público que no estén ‘liados’ con alguna corrupción o corruptela.

Claro que honrados tiene que haberlos y hasta, posiblemente, los hay. Claro que lo que resalta más son los presuntos corruptos que los con toda seguridad honrados, pero la realidad está ahí y nos topamos con ella con demasiada frecuencia.

Pero, con todo, lo que más fastidia es la insistencia de algunos en acusar al conjunto de la que denominan casta, cuando presuntamente su techo podría ser más transparente de lo deseado. Porque, como tantas cosas, la tan cacareada transparencia, igual es un arma de dos filos.

 
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