Armengol bien vale una amnistía (dice Junqueras)

La presidenta del Congreso de los Diputados, Francina Armengol.
La presidenta del Congreso de los Diputados, Francina Armengol.

Debe de ser triste ostentar eso que se ha dado en llamar el tercer puesto en importancia del Estado Español, y dedicarse, en el tiempo libre que quede después de cumplimentar las órdenes de Sánchez, a jugar a las sillas con los grupos parlamentarios, a comprar pinganillos, a repartir despachos y a contratar traductores.

Resultaba divertido cuando se leía y se escuchaba -a raíz de las supuestas negociaciones para la amnistía (que dice Junqueras) y para cubrir el puesto al que, según lenguas mentirosas, renunció Batet- que la presidencia de las Cortes es la tercera jerarquía en el orden de España según la Constitución. 

También era divertido ver como Sánchez y sus corifeos hacían la pantomima de retrasar el nombramiento hasta el último momento, para dar a entender que todo era muy peleado y muy serio, cuando el nombramiento y (según Junqueras) la amnistía, estaba más que pactado con los separatistas y los proetarras.

La Constitución, como en tantas otras cosas, `puede decir misa”, pero lo cierto es que ese tan cacareado tercer puesto en jerarquía, lo designa a dedo quien tiene los escaños prestados, adquiridos, comprados, chantajeados y hasta votados por los españoles.

Cómo diría Sánchez ¿quién “dedomarca” el nombre del presidente de las Cortes, de quien depende? pues ya está.

Comenzaron las vacaciones con Armengol repudiada como presidenta de Baleares y Fernández Vara reencontrándose con la cosa forense, y finalizaron con Vara como vicepresidente designado por Sánchez y  Armengol como presidenta designada por Sánchez. Pues ya está.

Debe de ser triste ostentar eso que se ha dado en llamar el tercer puesto en importancia del Estado Español, y dedicarse, en el tiempo libre que quede después de cumplimentar las órdenes de Sánchez, a fijar las fechas para los plenos cuando más le convengan a Sánchez, a jugar a las sillas con los grupos parlamentarios, a comprar pinganillos, a repartir despachos y a contratar traductores.

Triste pero resulta cómodo presidir, con toda prosapia, una mesa en la que las órdenes de Sánchez se cumplen a rajatabla en todo lo referente a comisiones, plazos, fechas, investiduras, idiomas a emplear, ubicación de los grupos parlamentarios o retorcimientos del reglamento.

Pero más triste es que ese tercer lugar en importancia, además de ser ocupado por la nada que supone Armengol, solamente sirva para demostrar que el equilibrio de poderes es una filfa, que Sánchez hace y deshace en la Carrera de San Jerónimo y que lo que allí se discuta o vote, llega discutido y votado -y bien discutido y bien votado- desde los despachos de los partidos y de los reservados de los restaurantes.

 

Y llega desde aquí o desde Waterloo.

Que Armengol tras su trayectoria en Baleares no podía llegar a más, es algo que roza el axioma. Pero ya es más dudoso que la presidencia del Poder Legislativo no pueda llegar a menos teniendo en cuenta que, si Puigdemont no lo remedia, será Sánchez el que “dedocracie” a los que puedan llegar en un futuro.

En cuanto al pasado basta con mirar las fotos en la presidencia de Batet y López (pero Pedro ¿tú sabes lo que es un nación?) para llegar a conclusiones que, al menos con carácter retroactivo, niegan el aserto.

Armengol de lo único que podrá responder, es de si viveros, viene de vividores.

La carcajada: Dice Sánchez en Nueva York: “Una crisis política nunca tuvo que derivar en una acción judicial y en una judicialización. Cuando el fiscal abrió la puerta a toda sestas causas judiciales, yo traslade mi malestar al señor Rajoy”

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