Por la boca… Ahora toca alcaldes

Como nuestros políticos son muy dados al mimetismo y a actuar por oleadas de modas, es de temer que las cosas que se hacen estos días tomen cara de naturaleza y se hagan moneda de uso corriente.

Ahora toca alcaldes y todos se afanan -con más o menos elegancia y con más o menos presiones- por conseguir que los ediles propicien o no, la realización del referéndum.

No se entiende muy bien qué pintan en este tinglado de la farsa los alcaldes de pueblos y ciudades.

Para aquellos que, contra todo derecho. pretenden organizar y llevar a cabo la consulta, el concurso de los alcaldes debería de ser inexistente. Cuando un acontecimiento de ese calibre es legal y cuenta con todos los predicamentos a su favor, se organiza, se abren colegios, se sitúa a la guardia urbana, se preparan las mesas y quienes han de gestionarlas, se habilitan urnas y papeletas y adelante con los faroles… y sin alcaldes.

Para los que el referendum es ilegal y hasta objeto de querellas penales, tampoco los alcaldes tienen nada que hacer ni que decir en el contencioso. La consulta es ilegal y basta.

Otra cosa es que la ‘mala conciencia democrática’ de Puigdemont y compañeros de tan descabellada aventura, les empuje a buscar apoyos dónde sea y cómo sea. El dónde es en los ayuntamientos, el cómo es poniendo en marcha unas presiones inadmisibles y a todas luces antidemocráticas.

Descontada la gravedad que para Cataluña y para el resto de España, tiene la intentona ilegal del referéndum que se propone la Generalidad, habría que analizar las consecuencias que para nuestra vida política, tendrán una serie de ‘tics’ que están tomando carta de naturaleza.

Por eso tampoco se entiende el afán de los llamados constitucionalistas por rebatir el argumento de los alcaldes esgrimido por la Generalidad.

Se apresura el Partido Popular a aclarar y remarcar las consecuencias de actuaciones ilegales; se ufana Pedro Sánchez de los alcaldes socialistas que han dicho que no a la carta conminatoria de Puigdemont y Ciudadanos reta a Colau para que se defina.

 

Se equivocan quienes, por unas u otras razones, adoptan esos ‘tics’. Son los mismos que viven del tópico en las declaraciones, de la gracieta parlamentaria o de la camiseta serigrafiada.

Demasiadas memeces, lugares comunes y vaciedades han incorporado nuestros políticos a la vida pública, como para que ahora, cuando se dilucida una situación gravísima, nos dejen por toda herencia una serie de ‘tics’ sin sentido y antidemocráticos.

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