Por la boca… Una campaña lastrada

La frustración de la pasada legislatura ha tenido muchas consecuencias en la repetida campaña electoral. Los partidos y los candidatos no han podido olvidar en ningún momento la situación provocada por el fracaso de unos y otros y la imposibilidad de formar gobierno. Esas consecuencias han desembocado en una campaña pobre, falta de ideas, a la contra y en la que se ha estado más preocupado en descalificar a los otros, que en ofrecer los aspectos positivos que debería tener cualquier oferta política.

Además, ha sido una campaña lastrada por el miedo al error. Todos los asesores que estaban cerca de los líderes en el tan traído y llevado debate insistieron a sus `pupilos` en que lo importante era no cometer errores. El lastre estaba servido y todos andaban con pies de plomo.

El resultado es una campaña en la que los líderes no se atreven a casi nada, no dicen lo que deberían y que tienen a los electores en un estado continuo de perplejidad.

Aunque lo agrio de algunos discursos -o lo que parecen declaraciones durísimas- den un resultado que en la superficie puede parecer arriesgado y agresivo, lo cierto es que lo único que parece novedoso, son las alcachofas que emocionan a Rajoy, los rencores y atavismos retrógrados de Iglesias, las dudas que sigue provocando Rivera y los gritos histéricos de Sánchez.

Timoratos, cuidadosos y aparentemente beligerantes, ningún líder ha arriesgado en el fondo, por mucho que la forma pueda hacer ver lo contrario.

Si a lo anterior se añade la sensación de que todo se jugará en el segundo tiempo de las negociaciones para lograr el gobierno, es claro que estamos en un compás de espera, en una campaña en la que, conocidos –salvo sorpresas- los resultados, se juguetea con el balón a la espera de que el árbitro pite el comienzo del segundo tiempo, para empezar a luchar de verdad por La Moncloa.

 
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