Por la boca… Dos caraduras con suerte

El título corresponde a una película de los años cuarenta protagonizada por una pareja de cómicos, Bud Abbott y Lou Costello, que marcaron toda una época en aquel tipo de cine. Una película disparatada pero que tenía su público.

Más o menos lo mismo que ocurre ahora en España con quienes desde el burladero –de burla- de los sindicatos llamados de clase quieren movilizar la calle contra la reforma laboral que ha puesto en marcha el Gobierno de Mariano Rajoy.

También, como Abbott y Costello, llevan bastante tiempo en los carteles y, aunque ellos no pretenden hacer reír, hay que reconocer que a veces lo consiguen. La diferencia estriba en el argumento. Las tramas de las películas de los caraduras de los años cuarenta se prestaban perfectamente al humor y a la risa, mientras que la temática de los dos caraduras actuales son los cinco millones y pico de parados y, entonces, la cosa tiene menos gracia.

Además, los caraduras de los años cuarenta trabajaban con una cierta continuidad, mientras que nuestros caraduras contemporáneos han estado siete años mano sobre mano y, ahora, con el actual Gobierno, se han desperezado y -en un ‘plis plas’- anuncian movilizaciones y hasta una huelga general.

Hay más diferencias entre una pareja y otra. Aquellos eran amigos -o al menos pasaban por tales- y por eso iban siempre juntos, en pareja. Y esa pareja era parte del marketing cinematográfico de aquellos años. Los caraduras actuales -cuyas organizaciones pasan por enfrentadas, al menos en las elecciones sindicales- también van siempre juntos aunque en las manifestaciones callejeras, esas que ahora preparan, llevan cada uno la pegatina de sus correspondientes siglas. También debe de ser por lo del marketing político porque así como Abbott y Costello vivían del producto de sus películas, estos viven de subvenciones de hasta 1.000 millones de euros y el ir en pareja da como una imagen de más fuerza, de más presencia y de más representatividad.

Aunque en los años cuarenta es posible que no hubiera control de taquilla, sí se sabía que los espectadores eran muy proclives a las películas de ambos cómicos.

Ahora los sindicatos tampoco tienen control de taquilla y su secreto mejor guardado es el número de afiliados y cuántos de esos afiliados pagan sus cuotas.

Es lo mismo, ellos se siguen denominando agentes sociales y juegan a representantes de los trabajadores.

Hay que tener caradura y, además, hay que tener suerte.

 
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