Por la boca… Con China pocas bromas

El preidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el presidente de China, Xi Jinping, se reúnen en Pekín.

Lleva razón Albares cuando afirma la realidad de una situación internacional compleja y convulsa y por eso, no deja de asustar que sea Sánchez (aunque sea en boca de sus ministros) uno de los llamados a solucionar convulsiones y situaciones internacionales en conflicto, aunque hable en inglés.

Sánchez se fue a China y, como diría Tamames, ha dicho aquello de “el caos o yo” pero en inglés. O sea que la cosa internacional o la arregla él o no la arregla nadie.

La visita de Sánchez a Xi Jinping, despertó las más recónditas sensibilidades ditirámbicas de algunos de sus ministros y los “bolaños” las “monteros” (de la cosa fiscal) y hasta el “diplomatiquísimo” Albares estallaron en fuegos artificiales.

La consabida frese de orgullo de país, encabezaba elogios y análisis babeantes: “trascendente el papel de Sánchez en la esfera internacional” o aquella otra tan sentida de “fundamental que el presidente del Gobierno tenga un papel en la redefinición del orden internacional” y “me llena de orgullo y contribuye a la autoestima de este país”

Y como en este Gobierno son todos tan celosos de sus competencias, el que llegó más alto en la cucaña pelotillera fue Albares: “Es innegable el peso de España en el mundo internacional en un momento complejo y convulso” y además “para resolver el conflicto de Ucrania, no hace falta ningún plan, simplemente se necesita que Putin ordene a sus tropas regresar a sus fronteras”. Ante tan lúcido análisis y tan preclara solución, hay que concluir que lo que no hace falta es un ministro de Asuntos Exteriores.

Pero sí que Albares lleva razón en lo de una situación internacional compleja y convulsa y por eso no deja de asustar que sea Sánchez (aunque sea en boca de sus ministros) uno de los llamados a solucionar convulsiones y situaciones internacionales en conflicto y que la autoestima de España esté asentada sobre la clarividencia del personaje en cuestión, aunque hable en inglés.

Con China y con Rusia, pocas bromas. Aquí pueden decir memeces los ministros y frivolizar la oposición sobre la foto de Sánchez en China de cara a las elecciones, pero como lo de Ucrania es solamente la avanzadilla de esa nueva situación mundial y como China ha entrado en el cotarro de la mano, o prestando sus esfuerzos y sus fuerzas a Rusia, las bromas y los elogios bobos están de más.

Ya Europa ató en corto a Sánchez antes de la visita, porque aunque lo de la presidencia europea es una filfa más de Bruselas, Sánchez se lo ha creído o por mejor decir, quiere engañar a los españoles contándoles qué va a hacer y deshacer en Europa cuando la presida y se fue a China con la insignia redonda en la solapa para aconsejar a Xi Jinping cómo tenía que actuar en lo de Putin.

Además, usar las relaciones internacionales de España para sostener a un político en decadencia y próximo a la bancarrota en las urnas, para apuntalar su campaña electoral y dulcificar posibles resultados adversos, es arriesgado por la gravedad de la situación internacional que va más allá de la guerra en Ucrania y, sobre todo, por la presencia de China en el escenario.

 

Son muchos millones de chinos a los que hay que dar de comer y el hambre es muy mala, y a lo mejor la prosperidad comercial y las ventajas de una mano de obra atípica, no dan para tanto y quizá a Xi Jinping se le ocurra sacar los pies del tiesto para ayudar a Putin o para ayudarse a sí mismo y un dirigente totalitario y sin control alguno, es muy peligroso y sobre todo es impredecible.

Por eso asusta, y no poco, el protagonismo que pretende Sánchez -aunque sea solamente en aras de su futuro laboral- en la esfera internacional y su pretendido poder para cambiar o contribuir a redibujar el nuevo orden internacional.

Claro que a lo mejor todo es una mentira más, y el peso de Sánchez en el mundo es más bien escasito y su presidencia europea va a estar atada y bien atada desde Bruselas que le sabe muy entretenido con lo de las elecciones, con Podemos y con Díaz.

Lo cual es una tranquilidad

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