Por la boca…Como en Viena, pero “a lo paleto”

Orquesta de Viena
Orquesta de Viena

Sin desmerecer lo más mínimo lo austríaco, muchos se preguntan por qué no se programan en los primeros días del año conciertos de música española que, salvo alguna excepción aislada, brilla por su ausencia.

Cada primero de Enero, el concierto de Viena, desde la magnífica Sala Dorada de la Musikverein, con la Orquesta Filarmónica de la capital austriaca y los mejores directores de cada momento, constituye uno de los acontecimientos musicales del año y supone una tradición para muchos españoles que, año tras año, se colocan frente al televisor para escuchar las delicias de los Strauss.

La música, la orquesta que la interpreta y quienes dirigen el concierto, amén de una realización impecable, un ballet notable y unos escenarios bellísimos, hacen un todo que solamente merece aplausos.

Pero desde hace unos años se acostumbra en Madrid a remedar, nunca mejor dicho, el concierto vienés y, con mayor o menor fortuna artística, se anuncian copias del suceso de Viena incluso con una publicidad que invita a presenciar “algo como lo de Viena”, los Strauss vuelven a dominar y los programas son muy semejantes, palmoteos incluidos.

Ocurre que sin desmerecer lo más mínimo lo austríaco, muchos se preguntan por qué no se programan, en los primeros días del año, conciertos de música española que, salvo alguna excepción, brilla por su ausencia.

Son muchos los que echan de menos  la presencia de nuestras zarzuelas con sus preludios, polkas, romanzas y pasacalles y piezas de música regional que, debidamente orquestadas e interpretadas, no tienen nada que envidiar a los clásicos vieneses.

Los maestros Chapí, Alonso, Bretón, Vives, Asenjo, Sorozábal, Guerrero, Guridi y tantos otros, y por supuesto los grandes como Albéniz o Falla, pueden colocarse sin desdoro junto a los Strauss. Y las músicas de Doña Francisquita, La Verbena de la Paloma, El Huésped del Sevillano, La Dolorosa, Los Claveles, la Rosa del Azafrán, La Revoltosa o El Caserío, no son de menor calidad que los valses, aunque sean los de los bosques de Viena o describan las bellezas del Danubio.

También nuestros teatros, los jardines de nuestras ciudades o los salones de nuestros palacios, pueden alinearse con ventaja junto a los mejores de Europa y servir de marco perfecto a una transmisión televisiva.

La sospecha de “paletería” toma cuerpo y los boquiabiertos, adoradores de lo foráneo, no deberían olvidarse de que nuestra música popular y muy concretamente la zarzuela, pueden compararse, sin demérito, con lo popular de cualquier país, por muy centroeuropeo que sea.

 
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