Por la boca… El golfo y la golfa ¿nacen o se hacen?

Intercambio de un billete de diez euros. Europa Press
Intercambio de un billete de diez euros. Europa Press

El golfo y la golfa normales, los de toda la vida, la golfa y el golfo de la calle, se hacen. Pero las golfas y los golfos que viven y se enriquecen alrededor de la cosa pública y de los políticos y de las políticas, participan de las dos procedencias: nacen y se hacen.

Decía Esopo: “Colgamos a los ladrones de poca monta, pero a los grandes ladrones, los elegimos para cargos públicos”. Y es que el griego, entre fábula y fábula, decía verdades como puños.

A las golfas y a los golfos normales, más o menos, se les juzga y se les encarcela -aunque no mucho- con poco entusiasmo. A los golfos y a las golfas de alto copete y de despacho oficial o semioficial, se le pide un suplicatorio, se amenaza a los jueces que han de juzgarles, se les hacen campañas de “desintoxicación” en medios afines, se les indulta y, finalmente, se les amnistía.

Hay golfos y golfas que ya vienen así de casa y que se han agarrado al Boletín Oficial del Estado para ejercer con más libertad y, sobre todo, con cifras más altas.

Hay golfas y golfos que se van haciendo poco a poco. Hoy de aquí, mañana de allí y al otro -ya más confiados- de acá y hasta van creando empresas.

Hay golfos y golfas que han sido corrompidos para colaborar con las golferías de los jefes que les nombraron y les incluyeron en las nóminas oficiales y se han visto envueltos en la trama sin apenas darse cuenta. Son quienes dieron la mano y les tomaron el brazo hasta más allá del sobaco.

Hay golfas y golfos vocacionales, por vocación de llevarse el dinero ajeno, ese que “no es de nadie” y, según avanzan en el ejercicio, van afianzándose porque han llegado a la conclusión de que así se realizan más y mejor.

Hay golfos y golfas que llegan al estatus por matrimonio -o “compañereo” mediante- aunque como hay tanta afición y con tanta frecuencia a la cosa de los burdeles, siempre se acumula una enorme cantidad de “ex” que hacen reproches más o menos virulentos y reclaman sus derechos conyugales o “compañeriles”.

Hay golfas y golfos que ocultan los regalos que han recibido por mor del cargo que ocupan y que lo justifican desde la mismísima Moncloa con una frase genial: “atendiendo a criterios de eficacia organizativa”. Igual esa golfería  llegará a ser un referente mundial, que diría Bolaños (haciendo de Bolaños).

 

El golfo y la golfa normales, los de toda la vida, la golfa y el golfo de la calle, se hacen. Pero las golfas y los golfos que viven y se enriquecen alrededor de la cosa pública y de los políticos y de las políticas, participan de las dos procedencias: nacen y se hacen.

Los golfos y las golfas de la cosa pública tienen la ventaja de que ven venir las oportunidades antes que nadie y cuentan con la posibilidad de negar que la circunstancia propicia para enriquecerse, vaya a llegar y así, cuando la cosa llega, ya se han llevado la parte que tenían prevista y además tienen todo preparado para continuar ejerciendo.

Cuando llega una pandemia, antes de que se le dé carta de naturaleza oficial, los golfos y las golfas ya se están preparando y montan los tinglados de las mascarillas, de los respiradores, de las declaraciones públicas, de las compras obligadas -por aquello de ”los jefes quieren”- y, mientras se discuten los síes y los noes de la utilidad de los adminículos o de la necesidad de cubrirse frente a los virus, los golfos y las golfas ya han hecho las compraventas y tienen almacenados y convenientemente situados, los billetes de 500 euros.

Hay golfos y golfas de diversas categorías. Porque, aparte de los cargos más o menos relevantes que ocupan y de las influencias más o menos decisivas que exhiben, son más avispados y se espabilan más unos que otros.

Luego, a la hora de los repartos, también hay categorías y las diferencias de sueldos y de “mordidas” son ostensibles.

Pero la golfería une mucho y hasta se hermana con la militancia, por más que a veces, a uno se le acaba la militancia y el compañerismo y se siente solo y desamparado.

Pero a los golfos y a las golfas siempre les quedarán las bolsas de plástico llenas de billetes.

La carcajada: Dice Urtasun, el de los museos y los toros: “Seremos muy tajantes en la defensa de la libertad de expresión”.

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